miércoles, 15 de julio de 2015

PAN DE CASTAÑAS


Durante el verano, las mujeres de Roma celebraban una ceremonia basada en el culto a la diosa Ceres, pero completamente helenizada y asimilada a la diosa griega Deméter. Se trataba del sacrum anniversarium Cereris y conmemoraba las bodas de Proserpina y Plutón. Esta fiesta se estableció desde la segunda mitad del siglo III aC y se celebraba en mitad del verano, durante el mes de julio o los primeros días de agosto. Junto con el ritual del ieiunum Cereris, en octubre, esta fiesta supone la versión romana de las Tesmoforias griegas.

Ceres-Deméter
El sacrum anniversarium Cereris se celebraba según el rito griego de los misterios y en él participaban exclusivamente las matronas romanas, que debían abstenerse de relaciones sexuales mientras durasen las celebraciones, así como tenían prohibidas las libaciones con vino y el consumo de pan de trigo.

Plinio el Viejo en su Historia Natural nos explica que las mujeres, durante los cultos femeninos de Cibeles, Ceres e Isis, recurrían al pan de castañas como sustituto del pan de trigo (“et praestant ieiunio feminarum quandam imaginem panis”. NH XV, XXV). Entre los romanos se consumían castañas, aunque éstas no gozaban de gran reputación. Se creía que eran poco nutritivas y muy flatulentas y, sobre todo, se asociaban a cierto consumo de supervivencia: comida para el campesino, comida para cuando no hay nada más. Como bien nos dice Plinio en la misma cita anterior, como mejor están es asadas y de ellas se puede hacer harina, con la cual amasar el pan de castañas.

Pues bien, como estamos en la fecha de honrar a Ceres, vamos a hacer pan de castañas. Puesto que Plinio no nos da pistas sobre la elaboración, he seguido la receta propuesta por Josep M. Solías y Juana M. Huélamo en su libro La cuina romana per descobrir i practicar, aunque reconozco que he modificado un poco las medidas.

Vamos allá.

PAN DE CASTAÑAS (EX CASTANEA NVCE PANIS)

INGREDIENTES


  • 200 g de harina de castañas (se puede encontrar en las secciones de dietética de los grandes supermercados, o en tiendas on-line)
  • 1 cucharadita de levadura de panadería
  • 100 ml de agua tibia
  • Sal
  • 1 cucharada sopera de granos de anís verde

ELABORACIÓN

En primer lugar debemos mezclar, en un bol, la harina de castañas con la sal. Pondremos también la levadura en un vaso con el agua tibia.

A continuación mezclaremos la harina con el agua y con los granos de anís verde y amasaremos hasta que la harina no se enganche.

Después, dejaremos reposar la masa en un lugar caliente y sin corrientes de aire hasta que la masa suba. He de reconocer que en mis intentos (han sido dos) la masa no ha subido demasiado.


Trabajaremos la masa estirándola. Después podemos hacer pequeños cortes redondos usando un vaso y así conseguiremos hacer unas galletas.


Las ponemos en un papel encerado en la bandeja del horno, que debe estar precalentado a 180º.


Lo dejaremos en el horno unos 20 minutos.


EL RESULTADO

Las galletas, o pan de castañas, quedan esponjosas aunque bastante densas. El sabor del anís es bastante interesante, pero hay que poner poco porque si no, elimina el sabor delicado de las castañas. Son ligeras y muy buenas.

En la Toscana italiana la confección de dulces, tortas, panes y otras masas a base de harina de castañas es muy común. Nacieron como productos pobres que aprovechaban las castañas a falta de algo mejor, pero actualmente se siguen elaborando. Podemos nombrar el castagnaccio (hecho con piñones y romero), los necci (tortitas cocidas sobre hierros al fuego, rellenas de ricotta), los manofatoli (una especie de polenta), etc.


Bien, hasta aquí nuestro homenaje veraniego a la diosa Ceres.

Imágenes: @Abemvs_incena

viernes, 29 de mayo de 2015

GARUM, LIQUAMEN, ALLEC, MURIA. DE LOS NOMBRES DEL GARUM



El garum era una salsa de pescado resultado de la maceración en sal de los intestinos y otras vísceras de caballas, anchoas, atunes y otros pescados. Documentada desde el siglo V aC en Grecia y adoptada por Roma, era la más preciada de las salsas. Producto refinado y caro, se populariza en Roma a partir de la época de Augusto y Tiberio (s. I dC), cuando el lujo se introduce en las grandes familias del momento, enriquecidas con el comercio y la expansión paulatina del imperio. Por ello el garum prácticamente no aparece en las obras de Varrón o de Catón, sino en Plinio el Viejo, Séneca, Marcial o Apicio, autores todos del siglo I dC.

Ánfora con restos de garum. Boscoreale.
Que el garum era una salsa de lujo se aprecia en los comentarios de dichos autores. Según Plinio el Viejo (NH XXXI, 95), tenía el color del vino viejo melado, y era tan fluido y bueno que se podía beber. Y Marcial califica de fastosum… garum al que se obtenía de caballas fresquísimas: “De la sangraza fresca de caballas todavía jadeantes, recibe este garum –es regalo costoso-” (Marcial, XIII, 102).

Uno de los más cotizados y refinados era el garum nigrum, o hispanum, o sociorum, que era aquel que provenía de las cetariae de los aliados en las costas del sur de Hispania, es decir, el estrecho de Gibraltar y la ciudad de Gadir. Este tipo de garum se vendía en tarros, como si fuera perfume. Según Plinio el Viejo, debe su nombre (sociorum, es decir, “de los aliados”) al famoso Apicio: nam ea quoque res cognomen invenit (“hasta para eso ha encontrado un nombre”)  (Plinio, NH, IX, 66). Y es que parece que hasta que lo rebautizó Apicio, el nombre por el que se conocía el garum hispano era la expresión griega Gadiriká Taríche que, quizá, no acababa de gustar a los autores romanos, que preferían una expresión en latín genuino. De hecho, Plinio o Marcial llaman a la salsa a menudo liquor, y la expresión garum sociorum se populariza a partir del siglo I dC para denominar el garum hispano.
Envases para salazones y garum. Museo Arqueológico de Mazarrón.
Fuente: http://www.regmurcia.com
El garum también podía denominarse liquamen. Esta palabra significa “salsa” en general, y tanto podía referirse a la miel o a la salsa de pescado. Sin embargo, desde el siglo I dC se empezó a usar para designar el garum y posteriormente acabaría siendo un sinónimo del mismo, sobre todo en Italia.

Junto a garum y liquamen existía la muria, la salmuera líquida que se producía en el procesado de las salsamenta. Esta salmuera, que originalmente también se usaba para conservar otros alimentos, como frutas, olivas o legumbres, se envasó como producto independiente y se consideraba un tipo de garum de menor calidad. En Hispania, y durante el bajo imperio, parece que esta palabra se empleó como sinónimo de garum, tal como se desprende de una carta del poeta Ausonio (Epíst. 25), en pleno siglo IV, a su discípulo Paulino, dándole las gracias porque le envía aceite y muria de Barcelona (Barcinonensis muriae), especificando, eso sí, que ese nombre lo utiliza el vulgo (usu vulgi est), e identificándolo más tarde en la misma carta con la salsa sociorum vocatur, eso es, el garum de siempre. Eso sí, la muria Barcinonensis debía ser buena puesto que el poeta piensa llenar los platos con ella (patinas implebo meas). La factoría de salazón de Barcino, que funcionó desde el siglo III al V, estaba adosada a la antigua muralla, y aún quedan restos arqueológicos visitables.

Dolia de la factoría de garum de Barcino. Museo de Historia de la Ciudad.
Fuente: http://cicerobarcino.blogspot.com.es/
El residuo que quedaba después de filtrar la salsa de pescado también se aprovechaba, era el hallec, allec, hallex o allex. Por lo general, era una pasta de pescado  de menor calidad que el garum, aunque también podía confeccionarse como tal usando pescados pequeños, como la anchoa, o pescados de carne refinada o bien ostras. Cuando no era de tanta calidad, el allec era un acompañamiento para los pobres, que no podían permitirse el precio del auténtico garum, o directamente comida para los esclavos (pulmentarium familiae), como considera Catón, y eso cuando se hubieran acabado las aceitunas (Cato Agr. LVIII). Marcial en un epigrama menciona la “putri…hallece” (“pútrida allec”) (III, 77), quizá por la condición de residuo de la salsa, quizá porque era habitual encontrarse con una pasta grasienta o en un estadio de descomposición intermedio. Pero en ocasiones el allec era de extraordinaria calidad, por ejemplo si provenía de un buen garum, y entonces se servía en la gustatio mezclado con sal, pimienta y vino como aperitivo. 
Pompeya. Detalle de fresco que muestra salmonetes.
Y el mismísimo Apicio tuvo la feliz idea de inventar un allec hecho de hígados de salmonetes, que quizá era el pescado que mayor consideración tenía en sus tiempos, a los que tenía el detalle de ahogar en garum. No puede haber mayor delicatessen. De hecho, lo de menos es que sea cierto o no; lo que importa es lo que ese dato aporta para un modelo de refinamiento. La cita la recoge Plinio (NH IX 66): “M. Apicio, nacido para todos los refinamientos del lujo, consideró excelente que estos murieran (se refiere a los salmonetes) en garum sociorum, hasta para esto ha encontrado un nombre, y hacer una salsa de sus hígados”, y la confirma el escandalizado Séneca: “otros salmonetes son ahogados en garum y aliñados aún vivos” (Mullus (…) alios necant in garo et condiunt vivos) (Q.N. 3.17, 2-3).

Fresco de la Casa de los Castos amantes. Pompeya
Con el garum se podían hacer a su vez otras salsas y hasta bebidas, que, sin embargo, no se comercializaban como tales, puesto que no aparecen nunca sobre las ánforas.  Así, tenemos el oenogarum, mezcla de vino y garum, con o sin hierbas aromáticas, fantástico para tomar con foie, según Apicio (V, 3, 1), o con el jabalí, si el vino es robusto falerno, según Marcial (VII, 27); el oxygarum, mezcla de vinagre y garum, ideal para la digestión (Apicio I, 20, 1) y para el hígado (Columela 12, 57); el hydrogarum, un garum aguado y mezclado con especias, perfecto con las albóndigas, de nuevo según Apicio (II, 2) y hasta el oleogarum, garum en aceite. En la famosa cena de Trimalción, cuatro sátiros vierten garum piperatum, garum a la pimienta, desde cuatro odres a un recipiente lleno de pescado, provocando la ilusión de que los pescados nadasen en el Euripo (Petronio XXXVI). El garum más puro, en cambio, envasado sin condimentos era el gari flos, el primer líquido filtrado, el más caro.

Detalle del Mosaico de los Peces de La Pineda. Tarragona.
Por lo que respecta al olor, uno puede tener la tentación de imaginar que debía apestar, pero no, puesto que no hay putrefacción, gracias a la acción antiséptica de la sal. Sin embargo, sí podía echarse a perder, en cuyo caso desprendía un olor desagradable. Apicio nos da una receta para corregir su olor vertiéndolo en un recipiente previamente fumigado con laurel o ciprés (Apic. I, 6). Marcial dedica algún que otro  epigrama a criticar el olor, no ya de la salsa, sino del efecto que dicha salsa deja en la digestión y en el aliento de los comensales: recordemos a la amiga de un tal Flaco (XI, 27, 2), capaz de beberse seis ciatos de garum, aunque no por ello su amante la rechaza.

Mosaico con fauna marina. Museo Arqueológico de Nápoles
Y lo mismo que el olor, se podía corregir también si estaba demasiado salado, echándole un sextario de miel (medio kilo), o mosto fresco, y agitándolo bien (Apic. I, 6).

Detalle de banquete. Villa del Casale. Sicilia.
El garum era un potenciador de sabor que se usaba en lugar de la sal, y por ello se empleaba en todo tipo de platos y nunca tenía más protagonismo que la miel, la pimienta, el vino o el vinagre. Su carácter salado hacía sabrosos los platos, puesto que la sal se servía en la mesa, pero no en la cocina. Funcionaba de manera parecida al concentrado de carne actual, que lo podemos echar a cualquier guiso sin que éste sepa forzosamente al concentrado de carne, es tan solo un elemento que realza el sabor general del plato. Lo mismo con la salsa de soja, o el limón. Son elementos que simplemente ayudan a potenciar los sabores. Ni siquiera debía aportar necesariamente sabor a pescado. Su uso en lugar de la sal queda reflejado en algunas recetas, como el “Plato de Lucrecio” que aparece en el libro de Apicio (IV, 2, 25), donde dice: “lo pruebas. Si está falto de sal, añadir garum; si salado, un poco de miel”. En este caso, tanto el garum como la miel funcionan igual: como condimentos. Y por tanto se podía añadir a prácticamente todos los platos, sean de carne, pescado o verduras: a las ostras del lago Lucrino (Marcial XIII, 82), acompañando a la morena, como pasa en la cena de Nasidieno (Hor. Serm. II, 8), o como humilde sazonador para unos huevos: “Si un blanco mar envuelve a las yemas azafranadas, que el caldo hesperio de caballa sazone los huevos” (Marcial, XIII, 40)

Para acabar, un dato curioso. Existía un tipo de garum mencionado por Plinio (NH XXXI 95) hecho solo con pescados con escamas y reservado para las ceremonias religiosas de los hebreos, es decir, existía un garum kosher, llamado también garum castimoniale.


Salut!

viernes, 22 de mayo de 2015

"EL ACEITE QUE ILUMINÓ UN IMPERIO"



Dentro del festival Tarraco Viva el pasado fin de semana pudimos disfrutar de un muy buen taller-degustación dedicado a uno de los productos emblema de la tríada mediterránea: el aceite de oliva.


Benito Báguena, el experto en la materia, aunque es más conocido por sus talleres y difusión del vino romano, nos explica a lo largo de hora y media toda la historia e importancia del aceite de la Bética para el mundo romano en general. Nos explica que en la península el olivo se introduce por fenicios y griegos, pero que resplandece con los romanos. 


De la mano de los agrónomos de la época, especialmente Columela, que vivió en el siglo I y nació en la misma Bética, nos hace un repaso de la producción, recogida, prensa, transporte y distribución del aceite desde los olivares de la Bética hispana hasta el mismo corazón de Roma. Nos parece interesante el respeto por el sabor, por lo que no podían impermeabilizar las ánforas con pez, que aportaba al aceite sabores no deseados, por lo que lo hacían con cera virgen. Y que, una vez transportado al puerto de Ostia y distribuido, se desechasen los envases, esto es, las ánforas, y que con ellas se crease el monte Testaccio. Creado con ánforas de aceite de la Bética en un ochenta por ciento, ánforas que aún conservan el titulus picti y su envase exclusivo catalogado como Dressel 20, el monte Testaccio proporciona un dato estadístico importante: cada persona consumía doce litros de aceite al año.
Dressel 20 del Museu Arqueològic de Tarragona

reproducción de Dressel 20
Basándose de nuevo en las fuentes documentales, nos explica los principales tipos de aceite: el aestivum y el viride, los de mejor calidad; el maturum o caducum, que es el de las aceitunas caídas a tierra, más peleón, apto para los esclavos; y el cibarium, solo apto para dar lumbre a las lámparas.

Y, lo más interesante, nos explica los diferentes usos del aceite de oliva, que abarcan la alimentación, la cosmética, la higiene, la iluminación, la religión…

El uso culinario quizá sea el más evidente. Todos los pueblos de la cuenca mediterránea se caracterizan por el uso del aceite de oliva como grasa principal para cocinar. Así, sirve para aliñar usándolo en crudo, para freír, para conservar en aceite… Más o menos igual que hoy. Por cierto, para aliñar el aceite verde era el mejor y, de entre todos los aceites, parece que el más apreciado era el del Venafro, en la Campania, seguido de cerca del de la Bética y el de Istria. Aunque todo depende del autor que uno consulte, pues esta opinión la defiende el italiano Plinio el Viejo, mientras que el hispano Marcial reivindica el aceite de la Bética por encima de los otros dos.



En la cosmética el aceite tiene un papel muy destacado, pues es la base de ungüentos y perfumes, para lo cual se utilizada el aceite verde, el de mejor calidad. También era vital en los masajes y fricciones después del baño o antes de un banquete. Por cierto que en los baños se recurría a la limpieza de piel con un método que consistía en frotar ésta con aceite mezclado con arena y luego recoger el producto con una strigil. Lo curioso es que lo recogido se reaprovechaba para hacer cosméticos.

En la iluminación, el aceite tenía un papel fundamental. Para ello se usaba uno de menor calidad, tipo caducum o cibarium, o también uno bueno que con el tiempo se hubiera echado a perder. Con ello podían prender las lucernas o candiles, las lámparas de Roma, hechas de cerámica o de bronce, provistas de una mecha de hilos trenzados de lana empapada por el aceite. Proporcionaba una llama sin humos y de combustión muy lenta.


lucernas del Museu Arqueològic de Tarragona
Pero además, el aceite tenía muchos otros usos: se usaba como vermífugo y purgante, se empleaba para amortajar cadáveres, se ofrecía como libaciones a los dioses en los altares, servía para fabricar jabón, impermeabilizaba tejidos, suavizaba los cueros….. y coronaba a los vencedores.

Tras la charla, nos ofrecen una degustación de tres aceites de primerísima calidad. El primero, de olivas verdes, suave y afrutado. Para ello han escogido un arbequino de la Almunia de Doña Godina. En Roma, sería el aceite para aliñar o para cosmética. El segundo es un aceite de la Sierra de Prades, también de la variedad arbequina. Son olivas algo más maduras que proporcionan un aceite algo más fuerte que se correspondería con el utilizado para las salsas y las frituras. El tercero es de aceitunas maduras del Alto Aragón, de variedad empeltre. Sería el que mejor aguanta las frituras. De más cuerpo, pero igualmente muy agradable en boca.


Con la degustación se pone punto final a la charla, interesante y amena, que nos deja a todos con muy buen sabor de boca y con ganas de más.


Imágenes: @Abemvs_incena

martes, 19 de mayo de 2015

TARRACO A TAULA: CERVECERÍA L’ALHAMBRA, CAUPONA ROMANA



Dentro de las jornadas gastronómicas de Tàrraco a Taula, iniciativa muy interesante de Tarraco Viva, se encuentran diferentes restaurantes y bares de la ciudad que ofrecen unos menús basados en los recetarios romanos. Nosotros en esta ocasión hemos escogido una cervecería, L’Alhambra (carrer Estanislau Figueres 51), que presenta una oferta muy prometedora de tapas romanas, regadas con vino o cerveza.

Al entrar nos damos cuenta de que la cervecería ha escogido el estatus de caupona romana, es decir, de taberna. Las tabernas eran locales muy habituales, como ahora, donde la gente acudía a comer caliente. Pensemos que en las ciudades romanas la gente apenas podía cocinar en casa, y lo más fácil es que tuvieran una despensa con pan, fruta o embutidos, pero no cocina propiamente dicha. Por ello era normal acudir a la caupona, donde se podía consumir un plato bien trabajado, grasiento y caliente, y una bebida en condiciones.



Al entrar en la cervecería L’Alhambra, transformada en caupona para la ocasión, la tabernera nos saluda con un apasionado “Alea iacta est”, al que le siguen un elenco de los platos y menús que se ofrecen, y un brindis a la voz de “avete” con mulsum cortesía de la casa. El mulsum, vino con especias y miel, lo sirven caliente, como debe ser.




Nos decidimos por un surtido de tapas y unas cervezas, todas muy interesantes. Se nos informa de que no vamos a comer con cubiertos normales, sino con cuchara, y que vamos a usar el mismo plato y el mismo vaso toda la comida. Nos parece mejor que bien, puesto que el local está respondiendo a lo que debe ser una auténtica caupona.

Vamos allá con la comida.

Para beber nos decidimos a probar tres cervezas, o cervesium, una de miel, otra de calabaza y otra de trigo. Las tres estupendas.




Las tapas fueron las siguientes:

Hipodrimma, queso muy especiado con piñones, apio, pasas, menta, dátiles, garum, aceite y vino, muy refrescante y sabroso; Harenga, arenques desmenuzados con miel y pimienta: espectaculares; Marinatos sardos, sardinas escabechadas, buenísimas.




Farcimen lucanis mulsum, una salchicha de Lucania al mulsum, espectacular con la salsa al vino; Pullus farcilis, pollo escabechado con verduras, suave y muy sabroso.




Indicum pisum, sepia con guisantes y especias.




Apua ova elixa, anchoas con huevo duro.



La experiencia es gratificante. El lugar exento de pretensiones consigue con creces ser una caupona romana. Felicidades. Volveremos.

Imágenes: @Abemvs_incena

domingo, 17 de mayo de 2015

LOS FOGONES DE ATENEO. KUANUM! EN TARRACO VIVA

Como cada año, el grupo Kuanum!, dedicado a la arqueogastronomía y a la difusión del patrimonio a través de los cinco sentidos, presenta un nuevo taller dentro del festival Tarraco Viva. En esta ocasión se trata de Los fogones de Ateneo. El banquete de los eruditos.



En pleno Campo de Marte, explican al público que Ateneo de Náucratis, un escritor griego que vivió en el siglo III dC, escribió una colección de diálogos recopilada bajo el nombre de Deipnosofistas o El banquete de los eruditos, donde se nos presenta un banquete, o mejor dicho, un simposio, en el que los eruditos hablan sobre filosofía, literatura o medicina, pero también comen y beben en abundancia. Por lo que respecta a la parte gastronómica, la obra es interesante por presentar un banquete en todos sus pasos, además de mencionar muchos platos de los que, sin embargo, no nos dice la receta.

El taller consistía en elaborar tres recetas. La primera de ellas consistía en un pan ácimo. Para ello hace falta harina, sal, manteca de cerdo, algo de vino blanco y algo de aceite. Se amasa, se da forma, se espolvorean sobre la masa semillas de amapola o sésamo y se hornea.




La segunda receta era el Catillus ornatus, es decir, un plato de pasta verde con lechuga. Sí, pasta, porque… ¿quién dice que los romanos no conocían la pasta? Para elaborarla se necesita lechuga verde, harina, vino blanco, manteca de cerdo, sal y pimienta. La elaboración es bastante fácil. Se debe mezclar la manteca de cerdo, el jugo de las hojas verdes de lechuga (que previamente habremos machacado con el mortero), la harina, el vino blanco y la sal, y amasar hasta que quede una pasta con cierto color verde. Después se estira la masa (lo ideal es dejarla reposar primero una  hora) y se cortan unas tiras a las que se dan forma, de lazo, en este caso. Finalmente, se fríen en aceite de oliva bien caliente.




La tercera receta era la Hypotrimma, una crema de queso tipo requesón muy condimentada con apio, menta, piñones, pasas, dátiles, miel, vinagre, garum y vino dulce, todo machacado y mezclado con un instrumento imprescindible en las cocinas romanas, el mortero.




Para estar a la altura de un banquete griego, y mientras los platos terminan de hacerse en los fogones, se propone a los comensales jugar al juego del cótabo. Para ello se hace imprescindible usar la kílix, la copa en la que bebían durante los banquetes. El juego consiste en lanzar una pequeña cantidad de líquido –en realidad debería ser vino, pero en el taller fue agua- en un punto fijo, que en este caso fue la crátera, el recipiente que servía para mezclar el vino con el agua.

Aquí dejamos un vídeo resumen del taller, juego del cótabo incluido:



Finalmente, se nos sirve el banquete. El brindis lo hacemos con unas palabras en griego: Οσον ζής φαίνου, mientras vivas, resplandece!







Prosit!

Imágenes: @Abemvs_incena

miércoles, 15 de abril de 2015

QUÉ ERA EL GARUM Y CÓMO SE FABRICABA

Contenedor para garum,
 procedente de Pompeya.
El garum es uno de los ingredientes principales de la cocina romana. Se trataba de una salsa de pescado que se utilizaba en todos los platos para potenciar su sabor. Usado en el puesto de la sal, era un producto muy caro y costoso de fabricar.

El garum es uno de esos alimentos que despiertan nuestro interés. Producto desconocido en nuestras mesas de hoy en día, suele provocar curiosidad y rechazo a la vez. Esto es debido básicamente a su composición –pescado puesto a macerar al sol- y a la tradición heredada de Plinio y Séneca, los moralistas que usaron el garum como símbolo de lujo y corrupción de su época. Sin embargo, el garum era tan solo una refinada salsa de pescado que representaba un triunfo del ingenium sobre la fragilidad de la materia prima empleada. Pero vayamos por partes.

En esta entrada hablaré de lo que era el garum, su proceso de elaboración y la consideración que tenia entre los moralistas del momento. En la siguiente, en cambio, hablaré de los tipos, los nombres y las utilidades de esta preciada salsa.

Origen y composición
Mosaico de peces. Museo Arqueológico de Nápoles

La salsa de pescado que nos ocupa procede, como otros alimentos refinados, de los países orientales y se transmite a los romanos a través de Grecia. El naturalista Plinio el Viejo (NH XXXI, 93) nos dice que antiguamente los griegos lo obtenían usando un pez llamado garos o garus, que no podemos identificar, pero que quizá puede ser un pez pequeño, tipo anchoa. En la misma cita Plinio nos dice que en su tiempo, en cambio, “el más famoso se hace del pez escombro o caballa”, y añade que éste procede de los viveros de Cartago Nova y que recibe el nombre de garum sociorum (“garum de los aliados”). En efecto, el origen oriental de este producto se hace patente en todas las factorías de  la Hispania cartaginesa: Gades, Carthago Nova, Baelo Claudia, Carteia, Malaka, Sexi… Y si Plinio atribuye a la caballa el protagonismo en la composición del garum, Isidoro nos da la pista para saber que en pleno siglo VII aún se consumía, aunque esta vez se confeccionaba con multitud de peces, entre los cuales el múgil, la morena, el atún, la sardina, las anguilas, las ostras…

Monedas de Gades con dos atunes. Fuente: http://www.euskonews.com/


Proceso de elaboración

El proceso de elaboración del garum lo conocemos por las fuentes tardías, especialmente Gargilio Marcial, en el siglo III, y los Geopónica, una colección bizantina de libros sobre agricultura. Gracias a estas fuentes sabemos que hubo un procedimiento lento y artesanal y otro más rápido. El método más lento aparece narrado en los Geopónica:

Se disponen en un contenedor vísceras de pescado a las que se añaden pescados pequeños, especialmente pejerreyes, salmonetes, chuclas y anchoas y prestando atención a que sean todos pequeños y se salan al sol, removiendo continuamente. Cuando el calor haya madurado la salmuera se recoge el garum resultante de la siguiente manera: se coloca una cesta grande y de mimbre dentro del recipiente, lleno de los peces ya especificados, y el garum se filtrará en el interior del cesto.” (Geop., 20, 46, 1)

Sabemos por la misma fuente que la proporción pescado-sal era la siguiente: “por cada modio (ocho litros) de pescado se añaden dos sextantes itálicos de sal (un litro)” (Geop., 20, 46, 3). Y que el mejor garum era el garum flos floris (“flor de garum”), que se componía de “atunes con sus branquias, el suero y la sangre” que, junto con la sal, debían permanecer en un recipiente durante dos meses o más. El autor insiste, “el mejor garum de todos”  (Geop., 20, 46, 6).

Factoría de salazón y garum, Baelo Claudia (Cádiz)


El método rápido lo encontramos en Gargilio Marcial: “Se toman pescados grasos: salmones, anguilas, alosas, sardinas… y con estos pescados, hierbas aromáticas secas y sal se hace la siguiente preparación: se toma un contenedor grande con capacidad para 26-35 litros y en la parte de abajo se pone una capa de hierbas secas, muy aromáticas, cultivadas o silvestres, como eneldo, cilantro, hinojo, apio, ajedrea, salvia, ruda, menta, calaminta, ligústico, menta poleo, hierbaluna, orégano, betónica o amapola. Después se pone una capa de pescado, entero si es pequeño o cortado a dados si no lo es. Encima se extiende un estrato de sal con un grosor de dos dedos. Se llena todo el recipiente alternando estos tres ingredientes: hierbas, pescado y sal. Se cierra con una tapa y se deja reposar durante siete días. A continuación, se dejará reposar la mezla durante veinte días más, removiendo cada día.” (Gargilio Marcial, De Medicina et de virtute herbarum, 62). Transcurrido este tiempo, se colaba el líquido resultante, el preciado garum.

Restos de garum. Santa Pola, S. IV


La herencia de los moralistas

Bien diferente es la idea que nos transmiten los moralistas. Plinio el Viejo nos dice que “existe otro tipo de líquido exquisito, llamado garum, obtenido haciendo macerar los intestinos de los pescados y las otras partes que serían para desechar; el garum por eso es el resultado de la materia sangrienta en descomposición (putrescentium sanies)” (NH, XXXI, 93). El filósofo Séneca también se deja llevar la misma idea y define el garum como pretiosam malorum piscium saniem (algo así como “preciosa podredumbre de peces descompuestos”) (Epist. XCV, 25). Y si el  garum recibe numerosas connotacions morales, el sedimento sólido o pasta de pescado que quedaba, que se llamaba  hallec, allec, hallex o allex, tampoco se libraba, puesto que esta pasta es un residuo y, por tanto, se identifica a menudo con la escoria. “Hallex viri” (“escoria de hombre”) aparece como interpelación en la comedia de Plauto El cartaginés, por poner un ejemplo. (Plaut. Poen. 1310).

ánfora para el garum
Los moralistas identificaron el garum con el refinamiento y el lujo, enemigos de la mítica frugalidad romana, por lo que identificaron sin problema la podredumbre del pescado con la podredumbre moral. Y esa idea la hemos heredado, sin lugar a dudas. Sin embargo, el garum no se componía de pescado podrido, puesto que la sal detenía el proceso de putrefacción. El garum era el resultado de la fermentación del pescado y sus vísceras y no era más asqueroso de lo que lo es un queso, por ejemplo. De hecho, el garum en sí es un emblema de la civilización, que ha logrado transformar la naturaleza, es un logro del ingenium sobre la natura, y su identificación con la civilización frente a la barbarie se hace patente en la prohibición de vender aceite, vino y garum a los bárbaros que vivían fuera del Imperio (Cod. Iust. IV, 41, 1). 

Salsa refinada, lujo de las mesas, creación y emblema de los pueblos culturalmente superiores, el garum ha adquirido el valor de símbolo, de manera que es mucho más que un alimento imprescindible en las mesas romanas.

Prosit!

Procedencia de las imágenes: https://commons.wikimedia.org y http://www.euskonews.com/