Las legumbres fueron
uno de los alimentos más consumidos por los romanos. Las comían de diversas
maneras, secas o frescas, crudas o hervidas, molidas en forma de puré o
enteras. Cocidas y mezcladas con carne o pescado son la base de los potajes. Se
comían incluso tostadas, formando parte del postre o la sobremesa.
Eran importantes
especialmente entre el pueblo llano, pues eran accesibles a todos los
bolsillos. En algunas ocasiones fueron repartidas al pueblo con motivo de
algunos juegos circenses. También eran apreciadas por los soldados en sus
campañas militares. Y los poetas y aquellos que afectaban modestia extrema se
alimentaban de ellas, haciendo alarde así de la mítica frugalidad romana,
opuesta al lujo decadente. Se vendían,
en guisos calientes y grasos, en las popinas y tabernas, incluso en las
ocasiones en las que se prohibía cualquier tipo de plato cocinado en esos
lugares, lo cual refleja la importancia que este alimento tenía para el pueblo.
Sin embargo, pese a ser consideradas un alimento modesto, eran presentes en
todas las mesas, incluidas las de los ricos, puesto que eran un alimento
símbolo de la cultura romana, un producto de la tierra, frugal y con
propiedades terapéuticas.
Entre las principales
tenemos los altramuces, los garbanzos, las judías, las lentejas, las habas y
los guisantes.
Los altramuces (lupinum) eran considerados mediocres y alimento de pobres. Se
podían comer cocidos o en ensalada como aperitivo o tostados como postre.
Precisamente por su fama de alimento de pobres eran buscados y consumidos por
filósofos y moralistas que querían afectar sobriedad. Marcial, por ejemplo, los
cita en una cena pobre que ofrece a su amigo Toranio. Tienen su aparición tras
la cena propiamente dicha, en la sobremesa: “si acaso Baco te despierta, según suele, tu apetito, te socorrerán las
nobles aceitunas, que poco ha soportaban las ramas del Piceno, garbanzos
hirviendo y altramuces tibios” (Marcial: V, 78).
Detalle del Thermopolium de Ostia Antica donde se muestra un vaso de vino, garbanzos y un rábano. |
Los garbanzos (cicer), mencionados junto a los altramuces por Marcial, se
preparaban de diferentes maneras. Podían formar parte de la sobremesa para
estimular el consumo de vino, tal como hace Marcial. Podían presentarse
igualmente entre los aperitivos. Así los recomienda Apicio, quien, para darles
un toque de distinción, especifica que se deben servir fritos, con oenogarum
(garum mezclado con vino) y pimienta (Apicio: V, 8, 2). En los puestos
ambulantes y en las popinae se podían
comprar asados, bien calientes. Marcial menciona también a un vendedor ambulante
que los vende en remojo (Marcial: I, 41), y, finalmente, se podían comer
hervidos. Apicio nos da una receta de garbanzos cocidos, válida igualmente para
las judías: “Hervidos, pueden ponerse con
huevos en una bandeja, hinojo fresco, pimienta, garum y un poco de careno*
en lugar de salsa picante, o bien solos, como es más frecuente” (Apicio: V,
8, 2)
Las judías (phaseolus, conchis) se comían, como entre nosotros, verdes, tal
como menciona Apicio: “Las judías verdes
y garbanzos se sirven con sal, aceite, comino y un poco de vino puro”
(Apicio: V, 8, 1). Sin embargo, las judías secas no eran tan populares. Se
trataba de una variedad bastante pequeña que corresponde a las alubias
carillas, diferente a la que consumimos habitualmente, pues ésta procede de
América.
Las lentejas (lens) producían, según Plinio el Viejo, un gran equilibrio y
ecuanimidad a quienes las consumían (Naturalis
Historia 18, 31, 123). El mismo Plinio nos dice que tienen propiedades
curativas: sanan las úlceras de la boca y curan la debilidad de estómago y las
diarreas (Naturalis Historia 22, 142). Las más apreciadas eran las que
provenían de Egipto, unas lentejas muy oscuras que eran las más sabrosas.
Apicio proporciona numerosas recetas de lentejas. Veamos por ejemplo la receta
de Lenticulam
de castaneis: Lentejas con castañas (Apicio: V, II 2)
Receta original:
“Preparar una cazuela y echar en ella castañas cuidadosamente limpiadas. Añadir
agua y un poco de carbonato sódico, y dejar hervir. Durante su cocción,
machacar en un mortero pimienta, comino, cilantro en grano, menta, ruda, raíz
de benjuí, poleo, picarlo bien, rociar con garum, vinagre y miel, macerar con
vinagre y echarlo encima de las castañas cocidas. Añadir aceite y dejar hervir.
Cuando esté, machacarlo con el mortero. Probar; si está falto de algo,
arreglarlo. Servirlo en una fuente, rociando con aceite verde”
Actualización de la receta: Poner las lentejas en remojo y hervirlas con agua con sal, añadiendo las
castañas peladas. Cuando ambas estén casi cocinadas, añadir pimienta, comino,
semillas de cilantro, menta, ruda y finalmente un poco de vinagre con caldo.
Introducir un poco de aceite de oliva, hervir y probar a su gusto, añadiendo
cuanto fuera necesario. Servir controlando el espesor con el caldo, así como también
se pueden servir con huevos cocidos y picados sobre la cima.
lentejas con castañas Foto: @Abemvs_incena (Tarraco Viva 2011) |
Las habas (faba) son las más prestigiosas de todas las legumbres. Eran,
igualmente, comida de pobre, o de tacaño, junto con el pescado podrido y los
puerros, según Juvenal (Juvenal: XIV, 130-133). Con las habas se hacía harina (lomentum) que, mezclada con la harina de
los otros cereales, servía para hacer pan. (Plinio, Historia Naturalis: 18, 117). Con esa harina se preparaba un
sabroso puré llamado fabacia o fabata, pero se podían comer también
verdes, crudas o cocidas. Marcial las incluye en el menú que ofrece a su amigo
Toranio (Marcial: V 78): “habas pálidas
en rosado tocino”, y con el mismo condimento las menciona Horacio: “¿Cuándo me servirán las habas parientas de
Pitágoras y con ellas las verduras con abundante y graso tocino?” (Horacio:
Sermo II, 6, 63-65). La referencia a
Pitágoras tiene que ver con cierta prohibición que tenían los pitagóricos
respecto a comer habas, ya sea porque consideraban éstas la reencarnación de
otras almas, ya sea porque producían flatulencias. De hecho, las habas también
estaban prohibidas para el Flamen Dialis,
el principal sacerdote de Júpiter, lo mismo que la harina, la levadura y la
carne cruda. Estas prohibiciones tienen relación con la dietética del mundo
clásico, que entendía las legumbres y los cereales sujetos a corrupción, ya que
producen y tienen vida. Al cortarlos y manipularlos se pudren y por ello el Flamen no debe tocarlos. Pero esto son
otros temas sobre los que ya volveré. Las habas, para acabar, eran tan
apreciadas que servían como regalo en las Saturnales, de lo cual deja
constancia la literatura: Marcial las recibe de Umbro (VII, 53, 5), y menciona
que el abogado Sabelo recibe, entre otras cosas, harina de habas (IV, 46,6).
Los guisantes (pisum) también eran consumidos en
grandes cantidades. se podían cocinar con muchas especias o junto a la carne o
pescado. Apicio los menciona en numerosas recetas, como la siguiente (Apicio:
V, III, 3): Guisantes índigos (Pisum indicum)
Receta original: “Cocer los
guisantes. Después que hayan espumado, cortar puerro y cilantro; poner a hervir
en una cacerola. Coger unas sepias pequeñas y cocerlas en su propia bolsa de
tinta. Echar aceite, garum y vino, un manojo de puerro y de cilantro. Cuando alcance
el punto de cocción, machacar pimienta, ligústico, orégano, un poco de
alcaravea, rociar con su propio jugo, macerar con vino y vino de pasas. Cortar
en trozos pequeños las sepias, y echarlas con los guisantes. Espolvorear
pimienta y servir.”
Actualización
de la receta: Hervir
los guisantes y quitar la piel. Después, picar los puerros y el cilantro.
Sofreír el aceite de oliva con calamares en forma de anillos, luego poner caldo
de pescado, vino, menta, cebollinos picados y cilantro. Cuando todo ello esté cocinado,
poner orégano y vino dulce e introducir los guisantes. Envolver en la salsa o
servir primero los calamares con los guisantes y derramar la salsa sobre la
cima. Servir con mucha pimienta.
Prosit!
NOTA: Las recetas actualizadas proceden
de: Benavides-Barajas, La cocina del
imperio romano y su historia. Ediciones Dulcinea.
* Careno: caroenum,
reducción de mosto. Vino denso y muy dulce que se usaba en lugar de la miel
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