Mostrando entradas con la etiqueta especias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta especias. Mostrar todas las entradas

jueves, 31 de julio de 2025

CONDIMENTOS CON HISTORIA (ROMANA): CILANTRO, CORIANDRO, CULANTRO


El cilantro es una hierba aromática de sabor decidido, con toques cítricos y olor muy particular, que identificamos fácilmente con platos de la cocina asiática, latinoamericana o del norte de África. El cilantro hace pensar en ceviches, guacamoles, sopas thai o en el  falafel. Pero la cuestión es que en la Antigüedad mediterránea, la de Grecia y Roma, se utilizaba habitualmente, contribuyendo al sabor abigarrado, potente, con tendencia a la sobrecarga sensorial, tan típico de esa época. El cilantro se usaba combinado con otras especias y hierbas aromáticas, tales como el comino, el hinojo, la ajedrea, el ligústico, la ruda, la alcaravea…, como se ve, algunas de ellas también han caído en desuso. 


El cilantro, culantro, coriandro o coliandro (coriandrum sativum) procede del término griego kóris, que significa ‘olor’, y que ya indica lo más característico de esta planta: su aroma penetrante. A Roma llegó a través de Grecia, pero ya se empleaba asiduamente en Egipto (aparece, por ejemplo, en el Papiro de Ebers y en el libro del Éxodo de la Biblia, donde se dice que el maná era ‘como semilla de cilantro’). De hecho, de Egipto es de donde procedía el cilantro de mayor calidad.


Se empleaba por igual en la medicina y en la gastronomía. Dioscórides, Plinio el Viejo y Galeno mencionan sus muchísimas propiedades. Para no aburrir, hago un resumen: aplicado en cataplasma curaba el herpes, las inflamaciones de testículos o las pústulas de los ojos; la decocción de las semillas -mejor dicho, frutos- elimina los parásitos de los intestinos, recompone el vientre, facilita la producción de esperma y retrasa la menstruación a voluntad (si tomas un grano en una bebida, se retrasa un día, si tomas dos, se retrasa dos días, etc). Además, baja la fiebre (basta tomar tres granos en caso de fiebres tercianas), cura heridas, quemaduras e inflamaciones. Eso sí, hay que vigilar con las dosis muy altas porque agitan la mente peligrosamente. Y el vientre, si los cocineros los aplican sin moderación. Por otra parte, estos mismos científicos de la época dan noticia de que los frutos del cilantro triturados, mezclados con comino y vinagre, evitan la corrupción de los alimentos cárnicos durante el verano, es decir, que se apreciaba su gran capacidad antiséptica y se empleaba como conservante alimentario.


En la culinaria griega y romana el cilantro tiene un papel protagonista, como hierba amarga y aromática que es. Se usaban tanto las hojas como las mal llamadas semillas (porque son los frutos). En el recetario de Apicio, donde se emplea en unas 95 elaboraciones (de un total de 477) se especifica si se han de usar las hojas verdes (coriandrum viridem), o las hojas secas (coriandrum siccum), los frutos (coriandri semen) o los frutos tostados, que incrementan sus propiedades organolépticas (coriandri semen frictum). Y cuando no especifica nada, suelen ser las semillas machacadas en el mortero, junto a comino, pimienta, bayas de ruda, asafétida y otras especias directamente implicadas en el sabor complejo y original que se buscaba en la culinaria del momento.


"A las lentejas ponles un doceavo de cilantro"
(Ateneo de Náucratis)
Foto: @Abemvs_incena


El cilantro era muy común y tan antiguo que se consideraba una de esas “especias de las que se servía Crono” (Athen. IX,403F), y tenía su lugar en todo tipo de platos que alimentaban a pobres y a ricos. En Ateneo leemos que a las lentejas les conviene “un doceavo de cilantro” (IV,158B), tradición que recoge Apicio, donde vemos tres recetas de lentejas (con los misteriosos sphondylis, con castañas y con puerros) que incorporan cilantro en grano o verde (la tercera). El cilantro  también está presente en un plato tan emblemático de la cocina romana como es el moretum, una pasta de queso aromatizada con hierbas verdes como la ruda, las hojas de hinojo, la menta y las hojas de cilantro, además de vinagre, pimienta negra y aceite de oliva. Esta receta, con pocas variaciones, se encuentra en Columela, en Apicio y en el Apéndice Virgiliano, y en todas se documenta la presencia de las hojas de cilantro.

De nuevo encontramos las hojas (verdes y secas) en la elaboración de la oxygala (cuajada), en una receta que explica el agrónomo Columela para conseguir la fermentación natural de la leche de oveja. Y en el epytirum, una pasta de aceitunas de procedencia griega en la que hay que deshuesar las olivas y machacarlas en el mortero con comino, hinojo, ruda, menta, las hojas de cilantro, aceite y vinagre (Catón, De Agricultura 119). Y por supuesto en muchísimas salsas que sirven para acompañar la carne, el pescado o las verduras, y que se encuentran en Apicio: las calabazas a la alejandrina, los guisantes con sepia al estilo indio, en la preparación de grullas, patos y pollos, en la salsa para el flamenco, en la del jabalí, en los champiñones, en la langosta asada…


Champiñones al caroenum y cilantro. Apicio
foto: @Abemvs_incena


¿Qué pasó con este condimento? ¿Por qué, si era tan común, dejó de ser protagonista de la gastronomía europea? 


Diversos factores son los causantes del abandono progresivo del coriandrum. 

Durante la Edad Media perderá la consideración de condimento interesante. El cilantro se considera una hierba demasiado fácil de conseguir, demasiado popular, ya que se cultivaba de manera local. No tenía el prestigio del jengibre, de la canela, del clavo, de la nuez moscada o del cardamomo, que procedían de Oriente siguiendo la famosa ruta de las especias. El cilantro no tenía que venir desde la India por tierra o por mar, en viajes sembrados de calamidades que encarecían el producto y lo convertían en un lujo. El cilantro se encontraba en el huerto de la vecina.

Esas mismas especias asociadas a la idea de riqueza van a marcar también un cambio de paradigma con respecto al gusto, ya que se prefieren los condimentos con sabor más dulce, como la canela, la alcaravea, el azúcar de caña o el agua de rosas. Aunque muchas de ellas ya se consumían en tiempos pasados, los cambios en el paladar van a dejar de lado otras de sabor más fuerte, como el cilantro, del que se usaban solo las semillas para algunas elaboraciones dulces.


Además, durante la época medieval el cilantro va a quedar relacionado con dos culturas, la árabe y la hebrea, que entran en conflicto con la cristiana, al menos en España. Propio de la gastronomía de los ‘conversos’, el cilantro se convierte en un símbolo de las prácticas judaizantes, utilizado como prueba incriminatoria por el tribunal de la Santa Inquisición. No se les condenaba por echar cilantro al guiso, pero sí se aportaba como una prueba más el hecho de cocinar la olla de adafina, típica del Shabat, comprar pan ázimo en la Pascua o visitar al rabino para matar un animal. Y era indudable que el aceite de oliva, el agraz y determinadas hierbas mediterráneas -como el cilantro- servían para aderezar platos de carne, pescado o guisos de todo tipo propios de la culinaria semita. Así que el cilantro acabó siendo una hierba hereje de primer orden.

Es curioso el detalle que aparece en un libro de la picaresca como es La lozana andaluza (1528). La protagonista, recién llegada a Roma, es sometida a una prueba por parte de unas mujeres que quieren saber si es conversa, como ellas. Así que le piden que cocine platos andalusíes como hormigos -un dulce de masa frita, miel y fruta- y alcuzcuz, platos típicamente sefarditas. Cuando Lozana escucha la petición, lo primero que pregunta es si tienen cilantro verde, y lo siguiente, aceite para ‘torcer’ los hormigos. Ya no cabe duda, Aldonza es de las suyas. 


Ilustración de La Lozana Andaluza, edición de Venecia (1528).
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 

El cambio de paradigma con respecto al gusto también se va a reflejar en las obras científicas del Renacimiento. El naturalista y médico Pietro Andrea Gregorio Mattioli, por ejemplo, realizó en 1544 una edición crítica con comentarios al libro De Materia Medica de Dioscórides. Al hablar del cilantro, se tomó la libertad de decir lo que pensaba, esto es, que las hojas olían a chinches verdes.  Esta opinión, que remite a la etimología original de la palabra, va a ser clave porque a partir de ese momento todos los demás naturalistas la repetirán, siempre en clave negativa. Desde entonces, se considera una hierba calificada como “pestilente” y esa fama ha llegado hasta la actualidad, puesto que algunas personalidades influyentes en la cultura popular, como la presentadora Julia Child o la antropóloga Margaret Visser, también insisten en la pestilencia del cilantro, muy posiblemente sin haberlo probado en su vida.


La ciencia actual ha dado una respuesta a esta manía contra el cilantro. Al parecer, una buena parte de la población mundial tiene una variante genética en los receptores olfativos y gustativos que sería la responsable del sabor desagradable. Ante un sabor nuevo, el cerebro siempre busca patrones en su memoria y por tanto responde ante los aldehídos presentes en el cilantro relacionándolos con otras sustancias conocidas que también las contienen, como el jabón o los perfumes. Y esto no lo digo yo, sino todo un experto en química de los alimentos como es Harold McGee. Por eso la mayoría de cilantrofóbicos dicen que la hierba les sabe asquerosa, a jabón o a cosas peores, a pis de gato o a calcetín sudado.


Entre una cosa y otra no es de extrañar que el cilantro estuviera ausente en la gran cocina francesa de los siglos XVII y XVIII, una cocina refinada, fastuosa, compleja que va a marcar la norma de toda la gastronomía occidental hasta la actualidad. Esta cocina será menos recargada en especias y menos dulce, reivindicativa del sabor de los ingredientes principales y aderezada con hierbas frescas de sabor menos agresivo. 


La suma de factores consiguió que el uso habitual del cilantro desapareciese de las mesas europeas. Y digo habitual porque es evidente que en algunos lugares se mantuvo, como Portugal o las islas Canarias, lo mismo que se mantuvo de manera residual en la repostería o en la elaboración de licores. Pero nada que ver con el uso que había tenido en la Antigüedad. Progresivamente fue sustituido por el perejil, mucho más amable al paladar y sin connotaciones negativas de ningún tipo. 

Ambas, cilantro y perejil, junto con bastantes más aromáticas, fueron una aportación de los colonizadores españoles y/o portugueses al continente americano, lugar donde el cilantro va a tener un protagonismo absoluto en la gastronomía y de donde, curiosamente, nos está llegando de nuevo. 


Si usted no tiene problemas en los receptores olfativos y gustativos, atrévase con una receta romana, le sorprenderá. Pruebe a hervir la carne de pollo con agua, aceite, cebolla y un buen ramillete de cilantro verde; incorpórelo en el relleno del calamar; atrévase con los frutos bien picaditos en el mortero, junto con pimienta, orégano y comino y haga una salsa para el pescado frito; sea aventurero y mézclelo con los champiñones… El sabor exótico y fresco de los cebiches puede ser también una pista del sabor perdido de la culinaria romana.


Prosit!


Escena de banquete. Museo Arqueológico de Nápoles


Imagen de portada: Cilantro (korion), ilustración en De Materia Medica (Estambul, S.X) Fuente: The Morgan Library & Museum

sábado, 30 de septiembre de 2023

LA DESPENSA DE VENUS. GUÍA PARA UNA CENA ROMANA CON INTENCIONES


Cierto personaje de Terencio, animado por las copichuelas y ante la imagen de la esclava Pitíade, pronuncia unas palabras muy reveladoras: “sin Ceres y sin Baco, Venus pasa frío!” (Eunuc.732).

Esta máxima o refrán romano es una píldora de sabiduría que resume muy bien lo que siempre se ha sabido: los placeres mundanos, juntos, son mucho mejores y el disfrute en la mesa es uno de los mejores preliminares para el amor.


Como el hecho culinario es un hecho cultural y un acto de comunicación de primera, existe todo un código para descifrar los diferentes significados que pueden adquirir los alimentos, más allá de sus valores puramente nutricionales.  

Así, en el mundo romano, existían una serie de alimentos con una fuerte connotación sexual. Por separado o juntos, su presencia en la mesa se teñía de valores relativos a la fecundidad, al apetito sexual o a ambos, y se debían entender como toda una declaración de principios. Son alimentos que gozan de fama de afrodisíacos, que son conocidos por todo el mundo como favorecedores del coito y, justo por eso, su presencia en las mesas nunca es inocente. Por eso aparecen en las bodas, en las comidas campestres con cortesanas, en cenas de enamorados o de quien busca ligar… Los textos andan llenos de situaciones en las que todo el mundo conoce el significado erótico que se esconde tras una ensalada de rúcula o  unos huevos revueltos. 


Existían, además, toda una serie de pócimas entre medicinales y mágicas que pretendían forzar la relación amorosa. Este artículo, sin embargo, huye de los brebajes y se centra en la lista de alimentos con profundo significado erótico. Curiosamente, la mayoría son muy comunes y fáciles de conseguir. Tirar los tejos a alguien está al alcance de cualquiera capaz de entender el mensaje…


Vamos, pues, con la despensa de Venus:


1. BULBOS. La primera posición entre los productos considerados afrodisíacos corresponde a los bulbos (del griego βολβός), palabra que sirve para designar al nazareno, hierba del querer o jacinto de penacho (Muscari comosum Mill.). Aparecen en todos los textos griegos y latinos como recomendación para los placeres del amor, pues se consideraban productores de esperma, y es frecuente que aparezcan en los banquetes de bodas. Parece que también eran indigestos y de sabor amargo. Apicio y Galeno mencionan diferentes maneras de cocinarlos: tras una doble cocción se pueden aliñar con aceite, garum y vinagre; también estofados con muchos condimentos (tomillo, pimienta, orégano, miel, comino, vinagre, defrutum); asados sobre las brasas o fritos en aceite tras la primera cocción, y después sepultados en salsa hecha con especias y hierbas. 


Bulbos de nazareno.
Fuente: blog.giallozafferano.it [https://onx.la/7a524]

Nadie discutía el poder afrodisíaco de estos bulbos que en Grecia eran considerados también comida de pobres. Aparecen en el Edicto de Diocleciano a un precio alto (12 denarios por tan solo 20 bulbos africanos grandes), lo cual confirma que eran bastante interesantes. 

Algo así pasaba también con los bulbos de la orquídea, cuyos tubérculos tienen forma de testículos y, quizá por eso, se consideraban un potente afrodisíaco. El botánico Teofrasto alaba sus virtudes si se administraba con leche de cabra apacentada en el monte (DHP IX,18,3), y Plinio especifica que estimula las pasiones sólo con sostenerlo en la mano (XXVI,63). Era conocido por su nombre en griego, ‘satyrion’, tomado de los sátiros y sus lujuriosas costumbres.

Pero realmente cualquier bulbo iba bien como afrodisíaco, incluídas las cebollas, los puerros o los ajetes. Las cebollas las menciona Ovidio en su Ars Amandi, sobre todo las procedentes de Mégara, aunque también son bastante efectivas las de Libia o las de Apulia. Nazarenos, orquídeas o simples cebollas: un aperitivo ideal para el amor.


Fuente: wikimedia commons [https://onx.la/72630]

2. RÚCULA Y OTRAS HIERBAS ‘SALACES’. Como los bulbos, algunas plantas son calificadas en los textos como ‘salaces’, y es que este adjetivo (salax, -cis) significa justamente ‘lasciva’ o ‘afrodisíaca’. Una de las más ‘salaces’ es la rúcula, ruqueta o jaramago, que incluso se cultivaba en los jardines a los pies de la estatua de Príapo. Como en el caso de los bulbos, su sabor amargo y picantón la hace protagonista de los aperitivos. Era común considerar que abría también el apetito sexual, y a menudo aparece en combinación con otros productos similares. Por ejemplo, formaba parte del aderezo para un plato de nazarenos que se servía a los recién casados (Ap.VII,XII,1.3).

Plinio recoge también otro dato curioso: es más efectiva si se beben tres hojas de rúcula salvaje recogidas con la mano derecha y trituradas en hidromiel (XX,126). Ahí lo dejo.

No era la única herba salax. En esta categoría podemos incluir la dragontea y la raíz de gladiolo - sobre todo mezcladas con vino -, el azafrán, la semilla de lino - con miel y pimienta -, la ajedrea, que se usaba incluso en pócimas, la menta, la ortiga, el cardamomo, el tomillo, el romero… En fin, toda la gama de condimentos aromáticos que despiertan los sentidos.

Plinio nos habla, además, de una planta súper poderosa que despertaba tal pasión que provocaba erecciones memorables en los hombres y frenesí descontrolado en las mujeres, aunque nos quedamos sin saber el nombre de la misteriosa  planta, porque ni Plinio lo sabe (XXVI,62-63). 

En todo caso, lo que conviene evitar a toda costa si se busca una noche de pasión es la lechuga, archienemiga de Venus desde que su amado Adonis murió despedazado por un jabalí tras intentar esconderse -sin éxito- entre lechugas. Desde entonces, quien las consume pierde las fuerzas para los placeres amorosos.

 

Escena marina con pulpo. MAN Napoli


3. PULPOS, VIEIRAS Y OTROS PRODUCTOS DEL MAR. Con alguna excepción, como el caso del salmonete -consagrado a Hécate y totalmente anti líbido- la mayoría de pescados, moluscos, crustáceos y mariscos son muy indicados para quienes deseen tener una noche loca.  Todos ellos son gratos a Venus, que nació de la espuma del mar. Muchos de ellos simplemente tienen un aspecto que recuerda a los órganos sexuales femeninos. Son las vieiras, almejas, caracolas… y por supuesto las ostras. Atiborrarse de ostras en el triclinio a altas horas de la noche es justo lo que NO debe hacer una matrona decente si quiere mantener la compostura y el control sobre sí misma. Sobre todo si además se dedica a beber vino servido en vasos de concha (Juv. VI,301). Entre los crustáceos, destaca la langosta

Sepias y calamares son también muy adecuados: “los cefalópodos incitan al placer y a las relaciones sexuales” decía el médico Diocles de Caristo (Athen. VII,316C). Mención especial merece el pulpo, puesto que tenía fama de incontinente y de practicar la cópula de forma compulsiva, hasta quedar agotado. Así, siguiendo los mecanismos de la magia simpática, se creía que esa capacidad para el coito se podía transmitir también a quien lo consumiese. En los textos abundan las referencias al pulpo como fortificador del miembro y como productor de esperma. Y no es extraño que en algún banquete de bodas se sirviese ‘una hecatombe de pulpos’ junto a ‘un silo de nazarenos’ (Athen. IV,131C).


caracoles. detalle mosaico asarotos oikos.
Musei Vaticani

4. CARACOLES. Los caracoles de tierra, como las caracolas marinas, también se consideran libidinosos. De nuevo vemos que se servían en los aperitivos, a menudo combinados con bulbos y otros alimentos que despiertan los sentidos. La medicina consideraba que los caracoles favorecían la producción de esperma y en el Satiricón se nombran dentro de una lista de alimentos “especialmente excitantes”, adecuados para recuperar el vigor tras un episodio esporádico de gatillazo, como le ocurre al protagonista (Satyr. 130,7).


5. HUEVOS. Energéticos y cargados de valores simbólicos que los relacionan con la fertilidad, los huevos eran un aperitivo perfecto para una sesión de arrumacos. El valor sensual se intensifica con las texturas blandas y temblorosas, es decir, pasados por agua o escalfados. Incluso medio crudos, para que haya que sorberlos. Una cita de Alcifrón nos presenta a unas cortesanas en una comida campestre con sus amantes, bajo los mirtos y junto a las estatuas de las Ninfas y de Pan. Entre los platillos, unos huevos poché: “El punto de los huevos era tal que estos temblaban como las nalgas de Triálide” (Cartas de las cortesanas 13,10).


Alimentos gratos a Venus. Tarraco Viva 2014.
foto: @Abemvs_incena


6. HIGOS, ESPÁRRAGOS Y OTROS RECORDATORIOS SEXUALES. Algunas frutas y vegetales recordaban por su forma a los órganos sexuales. Es el caso de los espárragos, los puerros, las chirivías y zanahorias (consideradas ‘elixir de amor’ entre los griegos), que aparecen identificados a menudo como símbolos fálicos. Vamos, casi igual que ahora. Lo mismo pasa con las frutas rojas, jugosas y aromáticas, cuyo aspecto recuerda los órganos sexuales femeninos. De entre todas, los higos son con diferencia las que más aparecen en las comedias con este doble sentido: “La de él es grande y gorda y de ella dulce es el higo”, leemos por ejemplo en Aristófanes (La Paz, 1350).

Las granadas, las bayas de mirto, las moras, los membrillos … todas estas también son frutas muy sugerentes y excitantes por su aroma o su color.


Naturaleza muerta con liebre e higos. MAN Napoli


7. GORRIONES, LIEBRES Y OTROS ANIMALES LUJURIOSOS. Aparte del pulpo, existen otros animales considerados lujuriosos y por tanto gratos a la diosa Venus. Por una parte tenemos a los gorriones, las palomas, los tordos, las perdices, los gallos o las codornices. Se creía que todos ellos eran propensos a realizar el acto sexual compulsivamente, hasta el punto de que los machos de estas aves eyaculaban con solo ver a las hembras, y las hembras se fertilizaban con solo ver a los machos. Así que era creencia popular que quien se los comiera adquiría esa misma capacidad para la cópula y la fertilidad.  Incluso la misma diosa conducía un carro tirado por gorriones. 

Por otra parte tenemos a conejos y liebres, animales lascivos relacionados con la fecundidad y la abundancia como pocos. Se reproducían con una facilidad pasmosa y las hembras podían concebir incluso estando preñadas, por lo que era fácil relacionarlos con la fertilidad y la lujuria. 

En Ateneo asistimos a una escena en la que varias mujeres buscan el favor de la diosa, y entre sus ofrendas se incluyen, justamente, “tortas de liebre en forma de media luna” (X, 441E). Hasta tal punto se relacionaban con los placeres de la carne que regalar liebres y conejos era un método habitual para ligar, para dejar claro a alguien que querías lío. Y existía la creencia popular de que la persona que comía liebre durante varios días se mantenía guapísima: “El vulgo también cree que comer liebre nueve días seguidos otorga belleza” (Plinio 28,260), lo cual es un auténtico regalo de Venus. 


Akrokolia. Tarraco Viva 2014.
foto: @Abemvs_incena

8. CASQUERÍA. Diversas partes de los animales también tenían un curioso uso afrodisíaco. En griego se denominan akrokolia, una palabra de difícil interpretación que se identifica con partes extremas del cerdo o jabalí, como por ejemplo las manitas, el morro o las orejas. Se ofrecían a la diosa y suelen aparecer mencionadas junto a los conocidos bulbos de nazareno en contextos festivos como banquetes de bodas, donde se servían bien cocidos y muy muy tiernos. 

Podemos imaginar que otras partes de lo que se denomina casquería o menudos también eran afrodisíacas, como las criadillas, las ubres y el útero de cerda. Estas eran auténticas exquisiteces que se relacionaban directamente con la fertilidad y la sexualidad.  


Servidores preparando un banquete. M.Louvre

9. LA DULCE MIEL, LOS PASTELES Y LOS FRUTOS SECOS. Quizá por sus propiedades vigorizantes, tanto la miel como los frutos secos también se incluyen entre los alimentos que inducen a los placeres del amor. En Ateneo leemos una cita sobre unas mujeres que preparan “unos tordos íntegros bien mezclados con miel” entre las ofrendas propiciatorias para la diosa (X, 441E).  Ovidio en su ‘Ars Amandi’ menciona la miel del monte Himeto y los piñones que produce el pino de afilada hoja” como muy recomendables para despertar los sentidos (II, 422-424). Varrón incluye también a los piñones en un plato indicado para los recién casados, compuesto además de nazarenos y aderezado con pimienta y jugo de rúcula, un plato cargado de intenciones sensuales (Ap. VII,XII.1.3). Lo mismo pasaba con las almendras, las nueces, los pistachos, los dátiles… 

Con harina de primera calidad y con miel se elaboraban dulces pasteles de lo más apetecible para compartir con los amantes. Los textos nos hablan de tortas de leche y sésamo, de pasteles de leche y miel, de tortas de almidón preñadas, de postrecitos elaborados con miel o fritos… Sabrosos, dulces, vigorizantes y gratos a la diosa Venus. 

Existían también otros pasteles que se amasaban y se cocían con forma de vulva, de pecho, de testículo o de enorme falo de Príapo. A menudo tenían un marcado valor simbólico relacionado con la prosperidad y con la fertilidad, por lo que aparecen en determinados contextos religiosos o como ofrenda sagrada. Así es como vemos un enorme Príapo de pastelería que preside la mesa de los postres en el banquete de Trimalción, presentado con solemnidad religiosa y en medio de todo un ceremonial para honrar a los Lares (Satyr.60,4). Pero otras veces estos dulces con formas picantonas simplemente eran compartidos entre los enamorados en el triclinio, como cierto panecillo con forma de vulva (cunnis), hecho con harina de primera, que menciona Marcial (IX,2). 


Escena de banquete en la Casa dei casti amanti. Pompeya
 

10. LA COMPLICIDAD DE BACO. Todos estos alimentos surtían efecto si además eran regados con vino, el licor de Baco que desinhibe, relaja y provoca verborrea, sociabilidad y euforia. Para conseguir el efecto deseado, los mejores eran los vinos dulces, tomados sin mezclar y de forma abundante. Los textos insisten en el Falerno italiano y también en los vinos importados de Grecia: el de Quíos, el de Tasos o el añejo de Lesbos. Para que sea efectivo debe tomarse con moderación: “El vino predispone el espíritu para Venus, siempre que no lo tomes en gran cantidad, de forma que te deje atontado el cerebro, ahogado por el mucho alcohol” (Ovidio Rem.805). El gran aliado de los amantes aparece de forma inevitable en cenas de amigos, banquetes de bodas, meriendas campestres o comidas informales y se identifica con la sensualidad y el placer. Los mismos esclavos encargados de preparar y escanciar el vino solían ser jóvenes y hermosos: chicos imberbes con cierto parecido a Ganímedes -el copero celestial- o chicas adolescentes con cuerpo perfecto y ligeras de ropa. El vino acompañaba todas las fases del banquete, favoreciendo risas y conversaciones, que irían subiendo el tono a medida que avanzaba la cena. Por eso era importantísimo controlar lo que se iba ingiriendo. Esos banquetes que parecían formales al principio, para cuando llegaban a los postres y la sobremesa se habían ido transformando en francachela, con bastantes números de pasar a mayores. Eso podía ser una oportunidad o un problema, según se mire. Igual ayudaba a quien era feo a parecer menos feo, que te destrozaba la reputación de matrona virtuosa. 



Por último, no olvidemos los elementos que incitan al resto de los sentidos. La música y las canciones amorosas, los bailes sensuales, los perfumes, las flores que inundan los lechos, el incienso que acompaña las libaciones, las coronas de hiedra o de mirto, el tacto de las sedas…


Todos estos ingredientes son el condimento final para una cena erótica. 


Sean felices!


Escena de banquete en la Casa dei casti amanti. Pompeya

Para saber mucho más:


-Huélamo, JM; Solías, JM: Cuina eròtica romana. Museu de Badalona. 2013.

-García Soler, María José: “La cocina del amor: alimentos afrodisíacos en la antigua Grecia”. En Revue des Études Anciennes 107(2): 585-600 (2005). [en línea: https://addi.ehu.es/handle/10810/9845]


Imagen de portada: Affresco della casa di Venere in conchiglia. Pompeya. Foto: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5499466