El pasado fin de semana tuvimos oportunidad de participar en el taller del grupo Kuanum, especialistas en la difusión de la gastronomía y la historia, dentro del festival romano Tarraco Viva. En esta edición el festival está dedicado a la relación entre Grecia y Roma, por lo que el taller se centraba en los sabores griegos en Roma.
Situados frente al ruidoso campamento de los Hoplitas, quienes cuentan con triclinio y todo, comenzamos el taller acudiendo a la llamada del aerófono. Antes de comenzar, nos lavan las manos y nos las perfuman con agua de rosas y, para conjurar la embriaguez, nos coronan con guirnaldas de flores.
El taller comienza con una exposición de los principales sabores y alimentos que proceden de Grecia y que harán de Roma una cocina refinada.
Entre ellos, el pescado en salazón y el γάρον, es decir, el garum romano, una salsa de pescado que acompañaba prácticamente todos los platos y que servía para condimentar y para potenciar los sabores. Otros alimentos emblemáticos que comparten las dos culturas son las zanahorias -pero no las que conocemos ahora, tan naranjas, que proceden de la Holanda del siglo XVI-, los palmitos, las semillas de lino o el trigo, uno de los alimentos más representativos de la civilización mediterránea. También nos presentan la cerámica. Primero la griega, los platos de cerámica negra especiales para servir el pescado, la cerámica roja decorada, las copas para el banquete, llamadas kylix… Y después la romana, como los recipientes diversos hechos en terra sigillata, un tipo de cerámica de color rojo brillante de extraordinaria calidad.
Tras la explicación, el taller. En esta ocasión consistía en elaborar dos tipos de Hypotrimma, una salsa de queso muy especiada cuyo nombre revela el origen helénico. Para elaborarlas se hace imprescindible el uso del mortero, un instrumento básico en las cocinas romanas y griegas. El mortero romano no funciona igual que el actual. Es mucho más plano y su interior es rugoso para romper el alimento por frotación. La forma de la mano o pistillum también contribuye a la trituración y mezcla de los alimentos. Por eso estas salsas no saldrían igual de bien en un mortero contemporáneo.
La primera receta es la Hypotrimma clásica cuya receta se encuentra en el De Re Coquinaria de Apicio (I, XIX). Para elaborarla, se deben mezclar en el mortero queso fresco tipo mató, piñones, dátiles troceados, apio picadito y unas pasas previamente remojadas. Se debe mezclar bien y después añadir los condimentos: miel, pimienta, vinagre, vino dulce, defrutum (reducción de vino), aceite y una pasta que haremos con anchoas y su propio aceite a modo de falso garum. La mezcla en el mortero debe quedar homogénea. Para acabar, se le añaden piñones, alguna hoja de menta, pasas y un toquecito de miel.
La segunda receta es una Hypotrimma bárbara. Su nombre es Abyrtake y parece que procede de Persia, de donde después pasó a Grecia en el siglo IV aC. Las referencias en los textos son muy vagas, aparece mencionada en Teopompo y Antífanes y parece que además de culinario tenía un uso medicinal.
La propuesta de Kuanum para la receta de Abyrtake es la siguiente:
En una superficie plana trocearemos puerros y berros minutatim. Tras esto trituraremos en el mortero una mezcla de hierbas aromáticas, hasta conseguir su pulverización. Cuanto más fino, mejor. Tras esto, añadimos los trocitos de puerros y berros. Seguiremos triturando y después añadiremos un poco de aceite y queso fresco tipo mató.
Seguiremos mezclando porque queremos que salga una salsa lo más homogénea posible.
Añadiremos después vinagre, miel, más aceite si es necesario, un poco de sal, asafétida (esa especia que sustituyó al laserpicio o silfio cuando se extinguió de tanto consumirlo) y unos granos de granada.
La degustación se hace acompañando las salsas con cebollitas encurtidas, corazones de palmito y trigo. También lo acompañamos de Epytirum, una pasta de olivas verdes y negras muy condimentadas. Y para brindar un poco de mulsum y un brindis con unas palabras en griego: Οσον ζής φαίνου, mientras vivas, resplandece!
Tras la degustación, llega el juego del cótabo. Consiste en lanzar una pequeña cantidad de líquido -agua en nuestro caso, pero debería ser vino- contenida en una kylix a un punto fijo, que en este caso es la crátera. Los resultados son dispares, pero les prometo que la diversión está asegurada.
Con este espíritu de fiesta abandonamos el simposio. Los cuernos de los Hoplitas de enfrente siguen llamando a la batalla. Nosotros preferimos tumbarnos en el triclinio.
Prosit!
Imágenes: @Abemvs_incena
Imágenes: @Abemvs_incena
Estupendos como siempre KuanUm y excelente reportaje, Ana. Al año que viene no faltamos!!!
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