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lunes, 3 de agosto de 2020

LA COMIDA DE LOS ESCLAVOS EN ‘DE AGRI CULTURA’ DE CATÓN

Fresco de la vendimia. Termas de Trajano. Roma


De agri cultura (también De Re Rustica o simplemente, Sobre la Agricultura) es el único texto íntegro que ha sobrevivido del escritor, político y militar Marco Porcio Catón (234-149 aC), conocido también como Catón el Viejo o el Censor. Esta obra supone un auténtico manual sobre cómo debe dirigirse una villa rústica dedicada a la explotación de recursos rurales: labores agrícolas, recogida de la aceituna, elaboración del aceite, producción de vinos, cuidado de los bueyes, gestión de la finca, contratos, equipamiento de la hacienda… En general se dirige al propietario (dominus), aunque también al administrador (vilicus) en quien el dominus ha delegado las funciones de supervisión y gestión de la finca. Este vilicus es un esclavo que a su vez dirige el trabajo de los demás esclavos y del personal eventual contratado para algunas faenas temporales. Junto a su mujer (la vilica) llevan el peso de la explotación agrícola.

De agri cultura influyó tremendamente en la literatura agronómica latina posterior, y su huella se ve en las obras de Varrón, Columela y Plinio el Viejo, entre otros.


Catón el Viejo. Colección Torlonia. Roma

Uno de los aspectos de que trata el libro es el dedicado a la manutención de los esclavos. Catón vio la necesidad de regular los gastos y los recursos relativos a la mano de obra, por lo que dedica diferentes capítulos a establecer la cantidad de alimento y vino que se les debe proporcionar. Esta información es muy útil pero los preceptos de Catón deben ser entendidos como una guía. Los alimentos que menciona son muy poco variados (¿solo comían lo que se especifica aquí?) y las cantidades hay que entenderlas de forma orientativa (hay cosas que desconocemos, por ejemplo, cuando habla de las raciones que se dan a un esclavo, ¿se considera solo al esclavo o también a sus hijos, si los tiene?). Hay que pensar también que los trabajadores podían contar con el producto de la caza o la rapiña. Que quizá podrían contar con un huerto propio. Que podrían tener acceso a las maravillosas conservas que realizaba la vilica (¿para quién las hacía entonces?). Que viven entre cocinas y despensas. Que en fechas señaladas se repartía más alimento…  Catón habla de las raciones que se reparte a los esclavos, no del consumo real.


Dicho esto, analicemos la información que Catón nos da sobre la alimentación de los esclavos en una finca rústica en pleno siglo II aC.



Arado romano. Capitel Sta María la Real de Nieva, Segovia



Familiae cibaria 


La primera recomendación tiene que ver con la cantidad de alimento que corresponde a la familia rustica, entendida esta como el total de los esclavos y esclavas que trabajan en la finca:


A los que están en el laboreo, cuatro modios de trigo durante el invierno y cuatro modios y medio durante el verano; al capataz, la mujer del capataz, el superintendente y el pastor, tres modios; a los esclavos encadenados, cuatro libras de pan durante el invierno; cuando comiencen a cavar la viña, cinco libras de pan hasta que comiencen a comer higos; después, vuelta a las cuatro libras (Cato RR,56).


Es decir, para aquellos (y supongo aquellas) que estén en los trabajos más duros del campo, la ración de trigo (triticum) mensual corresponde a 4 modios en invierno y 4 modios y medio en verano. Cada modio equivale a 8,75 litros pero adivinar su correspondencia en kilos no es fácil. Una cita de Plinio (XVIII,66) indica que el modio de trigo podía equivaler a 20 o 21 libras según la procedencia (las Galias, el Quersoneso, Cerdeña, Alejandría, Sicilia, Bética o África), y que en la Italia transpadana y Clusio podía equivaler a 25 o 26 libras. Una libra son 327 gramos. Un modio de trigo entonces podía corresponderse con 6,5 kg más o menos. 

Volviendo a las raciones que establece Catón, y usando esta equivalencia, tenemos que los trabajadores del campo recibían 26 kg de trigo (aprox.) mensuales en invierno y casi 30 en verano. El vilicus, la vilica, el superintendente y el pastor recibían 3 modios, es decir, 26,25 litros o 19,5 kg (aprox.). 

Catón habla de trigo, pero es más que probable que otros cereales, como la cebada, lo pudieran sustituir. Columela, agrónomo que sigue punto por punto los preceptos de Catón, habla de las bondades del ordeum: “mezclado con el trigo da un mantenimiento superior para los esclavos” (‘egregia cibaria familiae’, RR 2,9). 


Pan e Higos.Pintura mural Herculano. MAN Nápoles


Los esclavos encadenados, en cambio, recibían raciones diarias de pan: 4 libras (1,308 kg) en invierno, y 5 libras (1,635 kg) cuando comiencen a cavar la viña, en primavera y verano. Sin duda se trataría de panis cibarius, oscuro, tosco y de calidad dudosa, aunque nutritivo.

Eso sí, Catón reduce la cantidad asignada de pan si se tiene acceso a otros alimentos, como en este caso los higos. También Plinio (XV,82) especifica que los higos, tanto los maduros como los secos, son un excelente sustituto del pan. 


Vinum familiae 


Catón continúa con la cantidad de vino que les corresponde a los esclavos:


Cuando esté hecha la vendimia, que beban aguapié tres meses; en el cuarto mes, una hemina al día, esto es, dos congios y medio al mes; en el quinto mes, el sexto, el séptimo y el octavo, un sextario al día, esto es, cinco congios al mes; en el noveno, décimo y undécimo, tres heminas al día, esto es, un ánfora; además de esto, en las Saturnales y Compitales, un congio para cada hombre. (Cato RR,57)


Las cantidades varían según la época del año, y van desde una hemina al día (0,27 l), un sextario al día (0,54 l) o tres heminas al día (0,81 l). Además hay una asignación extra de un congio en las fiestas Saturnales y Compitales (3,2 l).

El vino es un alimento con un aporte calórico nada desdeñable para los que van a realizar las duras tareas del campo. El que se destina a los esclavos es de muy baja calidad. Se trata de la lora (aguapié), un vino no fermentado que se hace aprovechando el orujo pisado y estrujado en el lagar, al que se le añade agua. El mismo Catón explica cómo debe elaborarse este subproducto de la uva madura (RR,25) y conservarse en una tinaja untada de pez, que servirá para alimentar a los bueyes durante el invierno o para dar a los esclavos mezclado con agua. Este vinum secundarium, de segundo prensado, no duraba más de tres meses.

Catón nos menciona otra fórmula de vino destinado a los esclavos, para utilizar durante el invierno (Cato RR,104), a base de mosto, vinagre fuerte, arrope (sapa, vino reducido a un tercio de su volumen), agua dulce y agua de mar añeja. Este vino, que también sería de dudosa calidad, nada que ver con los fantásticos falernos o cécubos que se servían en la mesa del dominus, duraba unos tres meses y después se convertía en vinagre “muy fuerte y muy fino”.


Vendimia. Mausoleo de Santa Costanza. Roma.


Pulmentarium familiae


Llega aquí el capítulo dedicado a los acompañamientos para el cereal y el vino (pulmentarium):


Companaje para los esclavos: guarda la mayor cantidad posible de aceitunas caídas. Después, las aceitunas maduras (con las que se podría hacer muy poco aceite) guárdalas; raciónalas para que duren lo más posible. Cuando se hayan comido las aceitunas, dales allec y vinagre. Aceite, dales un sextario al mes a cada uno; un modio de sal a cada uno al año es suficiente (Cato RR,58).


Catón reserva para los esclavos una buena cantidad de aceitunas, pero no las de buena calidad sino las que caen a tierra del árbol (oleae caducae), que se conservan en grandes cantidades, o las estacionales (oleae tempestivas), que dan poco aceite. Además Catón recomienda estirar estas olivas adobadas para que duren lo más posible.


Recogida aceitunas. Museo del Bardo, Túnez


Cuando se terminan las olivas, la dieta se completa con allec (hallecem), es decir, el residuo que quedaba después de filtrar la salsa de pescado llamada liquamen o garum, y por tanto de menor calidad que esta. El allec solo era bueno si procedía de un garum bueno, cosa poco probable en el caso del que se destina a los esclavos. Y con el allec, el vinagre, el aceite (un sextario al mes, es decir, 0,54 l) y la sal (un modio al año, esto es, 8,75 l). 

Como sucede con el pan y el vino, también el aceite destinado a los esclavos era de peor calidad (oleum cibarium), seguramente elaborado con aceitunas caídas a tierra o peor aún, medio podridas o afectadas por la mosca del olivo, un aceite más apto para dar lumbre a las lámparas que para consumir. En palabras del agrónomo Columela: “No ignoro que es necesario hacer aceite para que coma la familia; pero las aceitunas que se han caído por haberlas roído los gusanos, o las que las tempestades y las lluvias han echado en el barro, nos sirven de recurso para esto” (RR XII,52,21). Pese a las palabras de Columela, lo más fácil es que el aceite destinado a los esclavos fuese elaborado con aceitunas caídas, pero sanas, y era un producto ácido que se ponía rancio con facilidad. Un aceite malo, pero aceite, el mismo que usaban las clases populares para cocinar.


Prensa de olivas. Museo Archeologico Aquileia



Todos los productos destinados a los esclavos proceden del fundus, de sus campos de trigo y cebada, de las higueras, de las almazaras de aceite y las bodegas de vino. Sin duda estos productos estaban destinados a su venta en el mercado, como también lo estarían las ovejas y su lana; la gallinas y otros volátiles; los huevos; los cerdos, corderos y terneros; las frutas, legumbres y verduras de los huertos… ¿Tendrían acceso los esclavos a algunos de estos otros alimentos, aunque fuera de manera ocasional? ¿O tan solo complacerían el paladar del dominus y sus allegados?

La verdad es que la dieta establecida en el libro es muy restrictiva: trigo o pan, vino malo, olivas, aceite, vinagre, sal y allec. ¿Y ya está? ¿Seguro?


Me inclino por pensar que estos son los alimentos que garantizan el sustento básico de los esclavos, pero que nada impide que se puedan variar o ampliar según las fechas (como pasaba con el vino en las Saturnales o Compitales), o según las circunstancias o disponibilidad.




Al respecto, el mismo Catón indica que entre las funciones de la vilica está la de cocinar para los esclavos: “Cuide de tener guisado el alimento para ti y para los esclavos” (‘Cibum tibi et familiae curet uti coctum habeat’; RR,143). Estas comidas podrían consistir en pultes de cebada y trigo o en pucheros de legumbres, que seguramente se consumían en una comida común, junto al vilicus, la vilica y hasta el dominus si tenemos en cuenta las palabras de Plutarco sobre el mismo Catón, quien “después de trabajar con sus servidores, comía el mismo pan, sentándose con ellos, y bebía el mismo vino” (Plut. Cato 3.2). 

Entre las funciones de la vilica está la de procurar la reserva para los habitantes del fundus, incluidos los esclavos: “Tenga muchas gallinas y huevos. Tenga peras secas, serbas, higos, uvas pasas, serbas en arrope, y peras y uvas en toneles, membrillos, uvas en orujo y en orza metidas en tierra, y nueces de Preneste frescas en orza metidas en tierra; manzanas de Escantio en toneles, y otras que suelen guardarse en conserva, y las silvestres: tenga cuidadosamente reserva de todo ello cada año. Sepa hacer una buena harina y un farro fino” (RR,143). 


Cuidador de gansos. Museo de los mosaicos. Estambul. 


Huevos, gallinas y volátiles son productos que bien podían abastecer a toda la familia rustica. De nuevo citaremos a Columela: “y con las mismas aves provee de manjares el hogar familiar y las mesas suntuosas” (RR VIII,1). El mismo libro de Catón incorpora un pequeño recetario donde huevos, harina, miel y queso cobran un protagonismo absoluto: recetas que bien se podían consumir por parte de todos los que vivían bajo el mismo techo, especialmente aquellas que tienen un carácter religioso, como los liba. Además, recordemos que a lo largo del año se realizaban diferentes rituales para purificar el fundus y alejar la mala suerte y que en ellas no solo se ofrecían pasteles y vino, sino también sacrificios cruentos (sobre todo cerdos, terneros y corderos). Y tras el ritual siempre llega el reparto de carne, consumido de forma comunitaria.

Con toda probabilidad, los esclavos consumirían frutas, verduras y hortalizas en sus comidas, ya sea en forma de conservas (cuya reserva para la familia está encomendada a la vilica) ya sea por tener acceso directo al cultivo y al producto de la recolección de esas huertas de todas clases que Catón recomienda ‘para hacer más productiva la finca’: Haz que se planten en tu finca (...) cebollas de Mégara, mirto matrimonial, blanco y negro, laurel de Delfos, de Chipre y silvestre, nueces lisas,  avellanas de Abela, de Preneste y almendras” (RR, 8).



Los esclavos del campo vivían trabajando duramente. Talar la salceda, podar la viña, distribuir el estiércol, sembrar, hacer zanjas y hoyos para las vides, apilar la leña, hacer girar el molino de aceite, prensar la uva, lavar las cubas, limpiar la alquería, cuidar del ganado… La vida en el fundus era difícil. Los recursos debían proporcionar ganancias al dominus, ganancias en forma de ventas sustanciosas en el mercado. Para resistir en condiciones se necesitaba fuerza física y salud de hierro. Por ello tenían el sustento garantizado. 


Escena de pisado de uva. Plaza de armas de Écija. Sevilla



domingo, 12 de abril de 2020

CIBUM CASTRENSIS, LA COMIDA EN EL CONTUBERNIUM

Magna Celebratio 2017 Foto:@abemvs_incena
¿Cómo se preparan y se consumen los alimentos en el ejército romano? Sin duda alimentar a miles de hombres desperdigados a lo largo de miles de kilómetros implica una tarea logística de primer orden. De hecho, el sistema administrativo de Roma contemplaba toda una serie de cargos -procuratores, tabularii, beneficiarii, todos coordinados por el praefectus annonae- y mecanismos -transporte, almacenaje, adquisición, reparto- que garantizaban los suministros necesarios para las tropas, unas tropas que era mejor tener contentas y con el estómago lleno.
El aparato logístico alcanzaba también a la unidad más pequeña del ejército, el contubernio, desde donde se reciben, se preparan y se consumen los alimentos en comunidad.

Un contubernium es la unidad mínima del ejército romano, formado por ocho soldados de infantería que comparten recursos y tienda. En el ejército romano no existen los comedores colectivos. Recogían las provisiones y se preparaban ellos mismos su comida, que era compartida entre los miembros del contubernio. Esta preparación comunal de los alimentos ayudaba a mantener una disciplina diaria entre las tropas (reparto del trabajo e implicación en la preparación) y también contribuía a establecer lazos entre los miembros del grupo.

Volvamos a formular la pregunta que da comienzo a este texto: ¿cómo se preparan y se consumen los alimentos en el ejército romano? Aquí es donde entra en juego el contubernium. Y, aunque la cosa cambia un poco en función de si se trata de un campamento permanente o de tropas en campaña, los alimentos son los mismos y las elaboraciones casi que tambiénPor cierto, los soldados tomaban dos comidas al día: el prandium, una comida ligera a mediodía, y la cena, que era la comida principal. Esta última podía ser más elaborada, puesto que se disponía de más tiempo para prepararla y consumirla, justo antes de la señal de apagar los fuegos al sonido del classicum.

Veamos qué se cuece en las marmitas del contubernium…

LOS CEREALES

Hablar de cereales es básicamente hablar de trigo y de cebada.  Como el cereal  formaba parte fundamental de la dieta de los soldados (y los animales) era necesario obtenerlo de forma local, es decir, procedente de las tierras de cultivo más cercanas. La imposición de un tributo o la compra del cereal a precio fijo parecen ser un método habitual. El cereal se puede almacenar en graneros, siempre que no se pudra por la humedad o se llene de bichos o arda en un incendio. Eso sí, para que se conserve convenientemente, debe mantenerse en forma de grano, nunca como harina, puesto que esta se corrompe con mucha facilidad. Eso implica, para empezar, que el grano se reparte individualmente pero que se debe moler para hacer harina y posteriormente cocinarlo.

mola manuaria Ludi Rubricati 2018
foto: @abemvs_incena
Cada contubernium contaba con un molino de mano (mola manuaria) para llevar a cabo esta actividad. Quizá existiría un encargado de la molienda dentro del contubernio, o quizá dentro de una unidad mayor, la centuria (ochenta soldados). Una vez molido, el cereal se podía cocinar. Sin duda, la forma preferida para consumir el cereal es el pan, la forma más perfecta de alimento, el más nutritivo y también el más civilizado. Pero para elaborarlo se hace imprescindible el uso del horno. En los campamentos estables se han hallado hornos adosados a las murallas que elaboraban pan para toda la centuria o al menos para una turma o escuadrón. Es decir, que tanto la molienda como el horneado podían ser actividades que superaban el ámbito estrictamente contubernal. Por cierto, el pan que se consume en el ejército se denomina panis militaris, y se hacía de trigo preferentemente. Según la calidad de este podía ser un pan más basto (panis militaris castrensis) o un pan más fino y más blanco (panis militaris mundus), seguramente el destinado a los mandamases.
Además de pan, se pueden hacer gachas (puls), mezcladas con agua y sal, y aderezadas con legumbres, verduras, tocino y otras golosinas. Las sopas y los potajes diversos también deben de haber sido opciones normales.

bucellatum. Ludi Rubricati 2018
foto: @abemvs_incena
En campaña, según como pintase la cosa de peligrosa era mucho mejor llevar el pan en forma de galleta. De esta manera pesaba y ocupaba mucho menos en la carga que llevaba cada soldado y, lo que es mejor, no se echaba a perder con facilidad. Esta especie de galleta, llamada bucellatum, estaba hecha con harina, agua y sal, lo mismo que las gachas, y se horneaba varias veces hasta que perdía gran parte del agua. El bucellatum o cocta cibarium era resistente y ligero, y se podía deshacer y reconvertir en harina para usos posteriores, o bien consumirlo así. Cuando la tropa viajaba por terrenos peligrosos en los que era mejor no encender fuegos el pan en forma de bucellatum era una buena solución. Otras veces, en campaña sería necesario transportar el molino de piedra, que seguro que pesaba bastante. Para estas y otras cargas cada contubernium contaba con dos mulas.

La cebada ha tenido siempre mala fama entre los autores romanos, aunque se consumía bastante, igual que otros cereales, como el mijo. Según los textos, se utilizaba para alimentar a los animales y también si escaseaba el trigo. Sin embargo, aunque los autores especifican que se les daba a los soldados solo como castigo por falta de disciplina, las pruebas halladas en diferentes campamentos revelan que se consumía con bastante asiduidad. O eso o estaban castigados siempre. Lo cierto es que el modelo alimentario reivindica el trigo, pero las evidencias arqueológicas revelan que la cebada formaba parte de la dieta habitual.

Sartén y puls. Ludi Rubricati 2018. foto: @abemvs_incena

LAS HORTALIZAS,  LEGUMBRES, VERDURAS Y FRUTAS

caccabus y trípode.
British Museum.
Las gachas, los purés, los potajes, los estofados o las sopas son diferentes elaboraciones que se podían realizar con el cereal y otros ingredientes muy habituales en la dieta de los romanos: las hortalizas, las legumbres y las verduras. Los análisis arqueobotánicos corroboran que estos ingredientes estaban presentes también entre el ejército. Y los papiros egipcios, las tablillas de Vindolanda o los ostraka norteafricanos también dan pruebas de que estos alimentos se compraban en el mercado o se pedían a los familiares. La compra y el acceso a la producción local proveía al ejército de habas, cebollas, lentejas, garbanzos, ajos, rábanos, repollos, nabos, guisantes, que acababan en la marmita, uno de los elementos básicos para cocinar con que contaba todo contubernium. Podía tratarse de un caccabus, más apto para guisar y rehogar, o una aula (olla), óptima para hervir. Ambas servían también para almacenar la comida cuando el ejército estaba en marcha.

Las frutas eran una buena opción para matar el gusanillo o para aderezar platos. Además de manzanas, peras, granadas, higos o frutas silvestres, los soldados consumen aceitunas, auténtica golosina conservada en salmuera o en defrutum. Nada como unas buenas olivas para recordar que eres romano. Otras delicatessen, como los dátiles, quedaban reservadas para los oficiales.

LA CARNE / LAS PROTEÍNAS

En los campamentos romanos se consumía carne, tanto fresca como salada. Los tipos de carne más habituales son el cerdo, la carne de vacuno, la cabra y la oveja,  y predominan más unos u otros en función de la zona en la que se hallase el asentamiento, y la procedencia y costumbres de los soldados. Estos animales se crían para aprovechar su carne y no solo: lana, leche, cuero, hueso, tendones… Los animales se conseguían de forma local, adquiriendo el ganado de las regiones próximas por compra o tributo.
Con qué frecuencia comerían carne fresca es difícil decirlo, pero seguro que esto pasaba al menos en las principales festividades, cuando los sacrificios pertinentes colocarían una buena dosis de carne en las marmitas y los espetones. Carniceros especializados harían el reparto por centuriae o por contubernia. Y, en función de la importancia de la celebración, la carne se cocinaría de forma comunal en el seno de la mismísima legión.

Ahora bien, la carne fresca presenta algunos problemas: no siempre se dispone de ella y además hay que encontrar un método para preservarla. La solución es la conservación mediante la salazón. La carne salada es un clásico de los textos militares, que nombran siempre el tocino (laridus) entre la lista obligatoria del cibus castrensis o rancho. Con la carne salada todo son ventajas: es un aporte de proteínas, grasa y sal; es fácil de transportar y se conserva durante mucho tiempo. Así que es un alimento fantástico especialmente cuando las tropas están en campaña: ocupa poco espacio pero alimenta mucho, y evita el engorroso problema de tener que llevar aceite encima.
Trigo, carne salada, lentejas. Ludi Rubricati 2018

Otra solución para conservar la carne era elaborar salchichas y otras farcimina. La carne se pica, se mezcla con especias y grasa, se embute y se cuece o se ahúma. Así es como se popularizaron las famosas salchichas de Lucania, justo a través del ejército. Posiblemente, los campamentos estables contaban ya con instalaciones para elaborar salazones y salchichas, y posiblemente contaban con personal especializado, liberado de las cargas militares (milites immunes) o contratado para ello.

Pero la carne procede también de otras fuentes. Por ejemplo, la pesca y el marisqueo (abundan los restos de mejillones y ostras en numerosos castra); las aves de corral (pollos, gansos, patos, que proveen a la tropa también de huevos); o el producto de la rapiña, la caza y las incursiones por la zona: conejos, osos, jabalíes, ciervos, venados y cualquier pájaro que vuela...
Otra fuente de proteínas era el queso (caseus), muy nutritivo y fácil de conservar y de transportar: un imprescindible en la sarcina del milites.

EL ACEITE

El aceite de oliva era un imprescindible de los campamentos permanentes.  No solo tiene un valor simbólico importante para un romano, es que era la principal grasa utilizada para cocinar. Estaba garantizado por la administración romana, que hacía llegar a todos los puntos del territorio el preciado oleum en enormes ánforas de cerámica. Además, se usaba también en la iluminación, en el aseo personal, en ceremonias religiosas, en el engrasado de objetos diversos, en la fabricación de jabón, en usos medicinales…

LAS BEBIDAS

El agua es un líquido vital cuyo abastecimiento supone un verdadero quebradero de cabeza cuando el ejército está en marcha. Los aquatores eran los encargados de buscar agua cuando las tropas estaban en movimiento, pues este recurso es vital para la supervivencia de seres humanos y animales. Un terreno desconocido, un enemigo que impide el acceso al agua o que la envenena, un río o fuente en un lugar inaccesible o que se ha secado, una reserva de agua que se ha corrompido… sin agua para reponer las cantimploras las tropas se desmoralizan rápido, y se convierten en muy vulnerables.
En los campamentos estables la cosa es más tranquila. En nuestro contubernium tenemos un encargado de mantener lleno el cubo (hama), proporcionado por el ejército como equipamiento básico, con agua fresca para todo tipo de necesidades, como lavarse o cocinar.

El agua se solía mezclar con vino, con vino agrio o con vinagre (acetum). Estas mezclas, conocidas bajo el nombre de posca, respondían a una doble necesidad: aprovechar un vino malo rebajándole el alcohol ya de paso y mantener el agua limpia de gérmenes. Por otra parte, el vino era un elemento importante de la dieta de los soldados, útil para hacer más llevaderas las campañas, para curar heridas y hasta enfermedades y para proporcionar calorías.
Posca foto: @abemvs_incena

La cerveza también fue una bebida habitual, aunque exenta de los aspectos culturales con los que sí contaba el vino. En casi todos los campamentos se documenta la cerveza y en Vindolanda hasta se habla de un tal Atrectus cervesarius, maestro cervecero local (Tab. Vindol II,182). Y tampoco le harían ascos a otras bebidas alcohólicas relativamente fáciles de obtener, como la sidra o el ‘vino de palmera’. Sin embargo, estas bebidas nunca obtendrían el estatus ideológico del vino, el maravilloso regalo de Dioniso al mundo civilizado. Los vinos itálicos, hispánicos y griegos eran productos de importación y, al margen de su calidad, eran considerados siempre de prestigio.

LOS CONDIMENTOS

Los diferentes aderezos y condimentos son también fundamentales para preparar los alimentos correctamente. Uno de los más importantes es la sal, elemento vital para la supervivencia de los soldados. A la tropa se le asignaba una cantidad de sal fija y se dedicaban grandes esfuerzos para garantizar el abastecimiento y suministro a todos los puntos de asentamiento del ejército. La sal tiene una función muy importante no solo en la condimentación de los platos, sino también en el correcto funcionamiento del cuerpo: evita ciertos problemas (como la disentería o la hiponatremia) y facilita la digestión. Servía también para conservar los productos, como hemos visto en el caso de la carne salada (tocino, jamones, chicharrones, salchichas…) o el pescado salado, era parte importante en la confección de garum (una salsa presente en las mesas de oficiales y soldados) y formaba parte de la composición del pan y hasta de algunos vinos (en forma de agua de mar).

La miel es otro de los condimentos fundamentales. Más allá de su uso como edulcorante e ingrediente de numerosas salsas, sirve para condimentar los vinos, como sucede con el mulsum y toda suerte de vina condita, bebidas reconstituyentes en forma de vinos aromáticos. Con miel -y agua- se hacía también el aqua mulsa, quizá la bebida alcohólica más antigua de la humanidad. Se usa también en medicina, mezclada con agua de lluvia y sal marina (oxýmeli). La miel se utilizaba también para conservar las frutas y las carnes sin salar

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Los encargados de cocinar en nuestro contubernium preparan una buena cena. La marmita hierve con un guiso de lentejas, cebollas y salchichas. Le han echado también un trozo de tocino rancio, para darle alegría. El guiso está casi acabado. Los vasos y los platos de madera ya están esperando la pitanza. El vino aguado y el pan acompañarán el condumio. Se hace tarde. Mañana habrá que escoltar al praefectus atravesando territorios que aún son hostiles. Quién sabe qué podrá pasar. Los compañeros brindan por los dioses y por sus vidas.

Carpe diem.
Preparando el prandium. Magna Celebratio 2019. Foto @Abemvs_incena


Bibliografía extra:

CARRERAS, C. Aprovisionamiento del soldado romano en campaña: la figura del praefectus vehiculorum.- HABIS 35 (2004) Accesible en línea: https://portalrecerca.csuc.cat/29968775

CARRERAS, C. Los beneficiarii y la red de aprovisionamiento militar de Britannia e Hispania.- Gerión 15 (1997) Accesible en línea: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=101293

VALDÉS, P. La logística del ejército romano durante la República Media (264 - 188 aC).- Universitat de Barcelona (2017) Accesible en línea: http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/116745/1/PVM_TESIS.pdf