El tenedor es un instrumento presente en las mesas
desde épocas relativamente recientes. Para ser exactos, desde el siglo XI,
procedente de Constantinopla. Pero vayamos por partes.
En Roma el uso del tenedor en la mesa era desconocido. La posición recostada del
triclinio hacía bastante difícil de utilizar los instrumentos para los que
necesitamos las dos manos, tales como cuchillo y tenedor. Se hacían servir las
viandas ya cortadas en trozos
pequeños. Cada uno, recostado en el triclinio sobre el brazo izquierdo, que era
el que sostenía un plato, tomaba los alimentos con la mano derecha. Ovidio en
su Ars Amandi recomienda a la mujer
que quiere quedar bien: “Toma la comida
con los dedos”, a lo que añade “y no
te restriegues el rostro con la mano sucia” (Ars Amandi 750-760). Obviamente son recomendaciones de buen tono,
puesto que lo elegante era tomar una porción de comida delicadamente con los dedos. Tras esto, se limpiaban
la boca con miga de pan y posteriormente con las recién inventadas servilletas.
Sin embargo, la cultura material nos enseña a
menudo restos que bien pueden catalogarse de “tenedor”. ¿Lo son?
La mayoría de las veces se trata de instrumentos de cocina o instrumentos usados por los
esclavos que trinchaban y cortaban los alimentos frente a los
mismos comensales. Como he dicho, en el triclinio no se necesitaba el tenedor,
puesto que los alimentos eran cortados por los esclavos. Así pues, no eran
instrumental propio de las mesas. No podemos afirmar con tanta rotundidad si
existían en las popinas y tabernas y en las mesas de todos aquellos que
estuvieran comiendo sentados.
Constantinopla
es la patria del tenedor entendido como un instrumento creado para llevarse
cómodamente el alimento a la boca. La cocina bizantina era tan ceremoniosa como
el resto de sus rituales sociales y observaba un estricto protocolo en la mesa:
en el orden de las comidas, en el cambio de calzado antes de sentarse, en el
uso de mantel, servilletas y recipientes
para lavarse las manos y, por supuesto, en el uso de los cubiertos. El tenedor
era un invento creado para no tener que mancharse los dedos y lo usaron de
forma cotidiana. Sin embargo, seguramente esto no hubiera sido posible si no
hubieran hecho un cambio radical en la disposición en torno a la mesa: dejaron
de comer recostados en el triclinio y se
sentaron a la mesa, como actualmente hacemos.
El tenedor llegó a Europa de la mano de Teodora,
hija del emperador de Bizancio. Lo utilizó en la corte de Venecia de forma
habitual, provocando escándalos por su extravagancia. Si embargo, este instrumentum diaboli se acabaría
difundiendo y ya en el siglo XI era corriente encontrarlo en los banquetes
italianos. El resto de Europa debería esperar siglos a utilizarlo de forma
habitual, puesto que parece que provocaba heridas en labios, encías y lengua,
lo cual supuso bastante rechazo al principio.
La historia del tenedor va ligada a la de Roma,
pero esta vez a la Roma de Oriente.
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