La degustación de platos
no es un invento reciente. Probar una pequeña porción de diversas cosas
suculentas era una práctica romana habitual en los banquetes. El menú romano de
degustación del restaurante AQ de Tarragona se completaba, además de los platos
ya comentados, con otros platillos que paso a comentar en breve.
En la gustatio, junto a los puerros, se nos
sirvió un carpaccio de pies de cerdo con higos. Plato exquisito que combina dos
elementos vitales en la mesa romana: el clásico cerdo, animal diseñado
directamente para el consumo humano, y los higos, en este caso rehidratados. El
plato combinaba el sabor dulce y salado y las diferentes texturas a la
perfección.
A este plato le seguía el
moretum, receta imposible de evitar
en toda degustación. En este caso estaba hecho con rulo de cabra y muy
especiado con hojas verdes, especialmente la menta, que invadía el paladar.
También se percibía, aunque sin exagerar, el ajo, la pimienta y el cilantro.
Junto a ello, unas torraditas de pan también especiado.
La prima mensa constaba de tres platos, siendo el más contundente el
foie con col. Los anteriores eran un puré de habas con tocino, pura esencia de
la romanidad más frugal, y unos calamares rellenos con tirabeques, única
representación del pescado en el menú.
El postre o secunda mensa consistía en un montadito de manzana, queso y
membrillo. La manzana, en este caso en compota, solía aparecer en los postres
romanos, lo mismo que los huevos solían aparecer de aperitivo: Ab ouo usque ad mala, nos recuerda Horacio en sus Sátiras. En este postre, a la compota de manzana aliñada
con pimienta se añadía el queso mató y el membrillo, creando una combinación
ligera y deliciosa. Un postre digno de un patricio.
En conclusión, el menú romano del AQ era más que
recomendable, de sabores agradables y equilibrados. Representativo de los
platos más típicos de la cocina romana, ya sea por tradición (habas, col,
queso) ya sea por ser representativos de los banquetes y de los recetarios. Un
menú que compensaba las carencias de los banquetes originales, pues éstos
abundaban en platos repletos hasta arriba de condimentos y especias que
impedían paladear los sabores principales, o eran traídos a la mesa en un orden
que impedía destacar correctamente los sabores. Un menú que, para acabar,
resultaba ya perfecto con el acompañamiento del pan de la colonia y de un vino
de ánfora de sabor muy afrutado, hecho para la ocasión de Tarraco Viva.
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