El pueblo romano
conocía más de treinta variedades de manzana. Este fruto, llamado en latín malum,
plural mala, abarcaba en realidad todas aquellas frutas carnosas con
hueso, excepto ciruelas, peras y uvas.
Dentro de las mala habría que
citar el malum persicum (actual
melocotón), el malum cotoneum o cytonium (membrillos), el malum granatum o punicum (granada), el malum
Matianum (manzana), el malum praecox
o Armeniacum (albaricoque) y el malum citreum (cidro). Sin embargo, nos vamos
a centrar en uno de ellos, apuntado más arriba: las manzanas.
Volviendo al tema
original, los romanos conocían más de treinta variedades de manzana. Parece ser
que una de las más famosas eran las mala Matiana, unas manzanas doradas
y perfumadas que reciben este nombre por el horticultor que consiguió crear la
especie. En efecto, diversos autores, como Columela (RR V, 10, 19) o Plinio el
Viejo (NH XV, 14-15) mencionan al caballero romano Gayo Macio (Gaius Matius),
botánico del siglo I aC, como creador de esta variedad. Al parecer, además de
ser un eques y un amigo de Cicerón y
de Julio César, Gayo Macio fue un escritor culinario y tratadista de
agricultura. En palabras de Columela: “se
propuso por objeto este autor el servicio de las mesas de la ciudad, y las
preparaciones para los convites espléndidos, por lo que publicó tres libros con
los títulos de El Cocinero, el Despensero y el Repostero (pistoris, coci et
salgamari)” (RR XII, 46,1).
Las manzanas
macianas, como todas aquellas frutas resultado de investigación botánica e
injertos, son un producto creado por el hombre civilizado. Se cultivan en el huerto, y no se recolectan de forma
salvaje, lo cual les otorga categoría y dignidad para ser servidas en las mesas
en amplias bandejas o en cestas. Sólo serán superadas por las frutas altamente
exóticas importadas de otros países, auténticos productos de lujo.
Las manzanas macianas
eran las preferidas del emperador Domiciano, según las palabras de Suetonio: “Se bañaba al amanecer y comía abundantemente
en su primera comida; de suerte que por la tarde no tomaba, ordinariamente, más
que una manzana maciana y bebía una botella de vino añejo” (Domit. XXI) No
entremos a valorar la combinación de una sola pieza de fruta y una botella de
vino.
Por otra parte, las
manzanas macianas aparecen como protagonistas de un plato de Apicio:
MINUTAL MATIANUM
“En un cazo, añade aceite, garum, caldo de la cocción, puerro, cilantro,
salchichas cortadas en trocitos pequeños. Corta en forma de cubitos una paleta
de cerdo cocida con su propia piel. Cocina todo junto. A media cocción, echa
manzanas macianas, despojadas del centro, cortadas en forma de cubitos.
Mientras se cocina, muele pimienta, comino, cilantro fresco o semilla, menta,
raíz de laserpicio, vierte vinagre, miel, garum, vino cocido, su propio jugo y
suaviza con un poco de vinagre. Hierve. Cuando haya hervido, quiebra pasta y
después lígalo con ella. Espolvorea pimienta y sirve” (Apicio IV, 3, 4)
Esta receta nos informa sobre los diferentes usos que se le daba a la fruta
en general. Podía formar parte de un plato principal, un minutal, bien cocinado. Podía ser un entrante o un postre, como
indica la expresión horaciana “ad ovo
usque ad mala” (Sat. 1, 3, 6-7), donde mala
abarcaría a todas las frutas que se servirían al final de la comida. Podía
tomarse como confitura, en conserva, dentro de una salsa.... Las frutas, y en
concreto las manzanas, se podían dejar secar al sol cortadas en dos o tres
pedazos y servían en invierno como comida para los esclavos (Colum. XII, 14).
Para acabar, un apunte filológico. La palabra castellana “manzana” deriva
exactamente de mala matiana, y se
documenta desde 1335. La palabra catalana “poma” deriva en cambio del genérico poma, plural de pomum, que significa “frutos del árbol”.
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