El centro Enoturístico y Arqueológico de Vallmora (Teià, Barcelona) es un centro de interpretación que permite entender cómo era el proceso de producción del vino de la Layetania durante la época romana. Abrió al público en 2009 y contiene una reproducción de una ‘cella vinaria’ romana a partir de los restos arqueológicos que demuestran una actividad vitivinícola documentada entre los siglos I aC y V dC.
dolia y viña experimental |
Contiene diversas estructuras que se corresponden con diferentes etapas de funcionamiento.
La etapa más antigua (½ s. I aC - ½ s. I dC) contiene vestigios de lo que seguramente fue un horno de pan. Posteriormente (½ s. I dC - ½ s. II dC) se construyó el primer complejo vitivinícola, con las primeras salas de prensado y depósito de recogida de mosto. La ‘cella’ entonces ya estaba en pleno rendimiento. Hacia la mitad del siglo II dC se documentan toda una serie de reformas, como el gran torcularium, con dos grandes prensas de viga (reproducidas). Las dos prensas se utilizarán hasta finales del siglo III dC, y solo una de ellas hasta principios del siglo V dC, momento en que la factoría fue abandonada. Las últimas etapas corresponden a la ocupación en época tardoantigua (s. VI - VII dC), con presencia de silos de almacenamiento de trigo y diversas inhumaciones con restos de cinco individuos.
Lo que ahora es centro de interpretación, pues, fue una villa rustica, un centro de producción de vino situado en la región de la Layetania, dentro de la provincia interior Tarraconensis. Conocemos dos nombres propios ligados al yacimieneto: el nombre del propietario y el del encargado de gestionar la explotación, es decir, el vilicus. El primero es Lucius Pedanius Clemens, un miembro de la familia de los Pedanii, muy vinculada a la vida pública de Barcino, quien sin duda prosperó económicamente gracias a la explotación del fundus. El segundo nombre corresponde a Epicteto, esclavo del primero y encargado de dirigir de forma eficiente la cella vinaria. Este Epicteto acabará consiguiendo la libertad y, gracias a la epigrafía, lo encontraremos también en Barcino, donde se casó con la liberta Acilia Arethusa y donde triunfó en la promoción social, convirtiéndose en sevir augustal. Lo sabemos gracias al hallazgo de un signaculum de plomo con la inscripción EPICTETI L(uci) P(edani) CLEMENTIS (De Epicteto [esclavo de] Lucio Pedanio Clemente), datado en el siglo II dC. Este signaculum funcionaria como sistema de etiquetaje, es decir, serviría para marcar las ánforas del fundus.
En el yacimiento podemos observar las diferentes fases de la producción de vino.
Una vez hecha la vendimia -inaugurada con una fiesta religiosa llamada Vinalia Rustica-, la uva era transportada en cestas de mimbre hacia el lagar. Allí se introducía en el calcatorium, es decir, el espacio para el pisado del vino. El pisado es el procedimiento más antiguo para conseguir el mosto.
calcatorium |
Se hacían hasta siete prensados de vino. El líquido resultante del primer prensado era el vino más puro, se recogía por decantación y sin la intervención de la mano humana. Este vino sagrado, llamado temetum, era el adecuado para las ceremonias religiosas. El producto del pisado pasaba a las prensas de vino. En la cella podemos ver la reproducción de dos prensas de viga que formaban el gran torcularium. El mosto pasaba a un depósito llamado lacus vinarius y posteriormente a tinajas semienterradas donde tenía lugar la fermentación. Estas tinajas o dolia conseguían que la temperatura se mantuviera constante.
torcularium y prensas de viga |
Con cada prensado se obtenía un vino de diferente calidad, e incluso con el hollejo del residuo final mezclado con agua se obtenía la lora, un subproducto que Catón recomendaba para la alimentación de los esclavos. En las dolia se podía mezclar el mosto con miel y fruta, o bien con aditivos tales como ceniza, yeso, polvo de mármol, agua de mar, especias diversas… El vino romano tenía mucho cuerpo y bastante graduación alcohólica, pero solían beberlo rebajado con agua. Tampoco era difícil que se avinagrase, pero en estos casos también habían inventado otro subproducto: la posca, una mezcla de agua y vinagre o vino picado con propiedades desinfectantes y muy refrescante. Pero claro, los romanos tenían una afición al sabor del vinagre bastante mayor que la nuestra.
No podemos olvidarnos de la materia prima, la uva. El yacimiento cuenta con una viña experimental reconstruida según las fuentes y los datos arqueológicos. Hay diferentes tipos de emparrado: en pérgola, alineado, con tutores verticales y plantada en alveus, la más típica en el territorio de la Layetania. Por lo que respecta al tipo de uva, se decidieron por plantar moscatel porque es una variedad poco modificada y por tanto más cercana a la de la antigüedad.
El vino de la Layetania se comercializó por todo el Mediterráneo. Los textos clásicos insisten en su abundancia, corroborada por las ánforas vinarias producidas en la región halladas por todo el territorio romano: en Britania, en las Galias, a lo largo del limes germánico, en Roma, Ostia y Pompeya, en las islas occidentales -Corsica, Sardinia, Sicilia-, en el norte de África -Mauritania, Numidia-, además de en buena parte de Hispania. Los textos también especifican que no era un vino de gran calidad, sino de consumo popular y bastante ordinario. Sin embargo, no podemos saber si toda la producción a lo largo de todas las épocas se corresponde exactamente con esta mención. Eso sí, la Layetania ocupó un lugar privilegiado en el mercado mediterráneo a partir de la época de Augusto y el negocio del vino se convirtió en el motor económico de la región, enriqueciendo a productores, comerciantes, alfareros y resto de agentes implicados en la producción y exportación de vinos.
Una visita muy recomendable, donde también se pueden degustar y adquirir los vinos DO Alella, herederos del vino layetano.
Prosit!
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