Apicultura. Tacuinum Sanitatis. |
moneda procedente de Éfeso |
Hombres picados por abejas. British Museum. |
Cupido como un ladrón de miel. Durero. |
Será por eso que si aparece un enjambre en las casas o en los templos, se considera una señal de los dioses: “Se posaron en la boca de Platón, cuando todavía era niño, presagiando el atractivo de su muy dulce elocuencia”, nos dice Plinio (XI,55).
Por cierto, las abejas, según el mundo clásico, renacen de las entrañas putrefactas de los bueyes o los novillos, como recoge buena parte de la Geórgica IV de Virgilio, conectando esta información con el mito de Aristeo, quien perseguía a Eurídice con malas intenciones cuando ésta fue mordida por la serpiente y murió. Al parecer, las ninfas amigas de Eurídice se enfadaron tanto que decidieron exterminar las abejas de Aristeo, quien tuvo que recurrir a su madre, Cirene, para conseguir más. La solución de su madre fue matar unos novillos y esperar a que de su vientre putrefacto nacieran las abejas, lo cual sucedió al cabo de nueve días.
La veneración por las abejas es tal entre los autores clásicos, que la extracción de la miel se expresa en términos religiosos, haciendo las purificaciones con agua de manantial y en silencio, como exige la fórmula sacra “favete ore”: “si alguna vez destapas la colmena augusta para quitar la miel guardada en sus tesoros, rociado primeramente con agua extraída, guarda silencio y lleva en la mano por delante una tea que extienda por doquiera el humo” (Virg.Georg.IV,282-232). Además, se le aplican los tabúes correspondientes para evitar la impureza: “se recomienda que retiren la miel hombres lavados y puros. Las abejas no pueden soportar el mal olor ni la menstruación de las mujeres” (Plin.XI,44).
Así pues, siendo las abejas sagradas, lo son también los productos derivados de la apicultura: la cera, el propóleo y, sobre todo, la miel, de la que hablaré a continuación.
El agrónomo Columela nos explica cómo recolectar la miel, usando humo “de gálbano o de boñiga seca” para ahuyentarlas y recogiéndola en vasijas de barro tras haberse filtrado desde un cesto de mimbre (RR,IX,15). El humo que se utilizaba para ahuyentarlas a veces contaminaba el sabor y el aroma de la miel, por lo que era más apreciada aquella que no tenía gusto a humo. Hablando de calidades, parece que primaba el concepto de denominación de origen y se consideraba la mejor miel (mel optimum) la de Himeto, en Grecia: “Este afamado néctar te lo ha enviado desde los bosques de Palas la abeja devastadora del Himeto de Teseo” leemos en Marcial (XIII,104) a propósito de un regalo de miel ática para alguno de los comensales de un banquete. La gran competidora era la de Hibla, en Sicilia, que tenía a su favor estar hecha de tomillo: “la miel de Sicilia se lleva la palma, porque allí el buen tomillo es abundante” (Varr.RR,3.16,14). Y aunque había otras mieles famosas en Calabria, Córcega o Taranto, la de Himeto siempre se llevaba la palma. El rico y hortera Trimalción presumía de producir su propia miel de Himeto en sus tierras itálicas, evitando las importaciones, para lo cual había conseguido traerse las abejas desde la misma Grecia: “Para producir en casa miel ática, mandó importar abejas de Atenas” (Petr.38,3), adelantándose dos mil años a la moda del “producto de proximidad”. Por cierto, en el Satiricón se menciona también la miel de Hispania: “El plato siguiente fue una tarta fría cubierta de exquisita miel caliente de Hispania. Por eso no probé bocado de la tarta, pero me atiborré de miel hasta aquí” (Petr.66,3).
Apicultura en Monte Cassino. De un manuscrito del siglo IX de la Biblioteca Vaticana. Fuente: http://bibliotecagonzalodeberceo.com |
Cupidos sirviendo el vino. Casa de los Vettii, Pompeya. |
Por supuesto, semejante producto emanado de los mismos dioses no podía dejar de tener valores medicinales. Plinio hace un listado de virtudes salutíferas, entre ellas que es utilísima para la garganta, amígdalas y demás afecciones bucales, las enfermedades pulmonares, las heridas, el envenenamiento, los dolores de oído y hasta para eliminar los piojos (XXII,108). Para apaciguar la tos los médicos recetaban tortas impregnadas con miel, como le sucede a Partenopeo, quien finge seguir enfermo para seguir consumiendo miel como un niño pequeño: “Para aliviarte la garganta, constantemente irritada por una tos seca, el médico, Partenopeo, receta que se te dé miel, nueces, tortas dulces y todo aquello que impide que los niños estén enfadados. Pero tú no dejas de toser en todo el día. Esto no es tos, Partenopeo, es gula” (Mart.XI,86). También la recetaban los médicos para mitigar los excesos de la bebida y el resacón: “los médicos provocan el vómito a aquellos que se atiborran de muchísimo vino hasta el riesgo de morir, y tras el vómito, para combatir el humo del vino que se remansó en las venas, ofrecen pan untado de miel, y de este modo la dulzura protege al hombre del mal de la ebriedad” (Macr. Sat.VII,7,17). También el propóleo o própolis era útil para la salud. Plinio alaba sus virtudes para eliminar las espinas y los cuerpos extraños atrapados en la piel, así como reducir la hinchazón, suavizar los callos y durezas y facilitar la cicatrización de las llagas (Plin.XXII,107). Este uso tópico de la própolis lo confirma también Varrón, quien dice: “la usan los médicos en emplastos, por lo cual se vende en la Vía Sacra más cara que la miel” (RR,3.16,23). Aunque, todo hay que decirlo, Plinio nombra unos cuantos casos de muertes repentinas “famosas” -curiosamente todos estaban zampando o bebiendo- entre las cuales se hallan las de dos personajes del final de la República a los que no les protegió precisamente la miel: “el médico Lucio Tucio Vala (murió) mientras bebía vino con miel; Apio Saufeyo, al volver del baño después de haber bebido vino con miel y cuando estaba tomando un huevo” (VII,184). ¿Habrían hecho algo estos personajes para atraerse la ira de los dioses? Nunca lo sabremos, pero la gula se paga, e incluso las mismas abejas “se atraen las causas de su muerte, libando con avidez cuando se han dado cuenta de que se les arrebata la miel” (Plin.XI,67).
Prosit!
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