viernes, 30 de diciembre de 2016

REMEDIOS CONTRA LA BORRACHERA Y LA RESACA


A menudo los banquetes romanos de cierto nivel constaban de una segunda parte en la que el alcohol era el protagonista. Se trataba de la comissatio, y empezaba formalmente tras una ofrenda a los Lares que marcaba el final de la cena propiamente dicha. Esta parte del convivium estaba dedicada básicamente a beber vino, eso sí, dentro de las pautas que marcaba el magister bibendi. Pero cuando el alcohol está garantizado, también lo está la borrachera y su pariente la resaca, así que se invirtieron muchos esfuerzos en encontrar remedios para mitigar los efectos negativos del alcohol y poder así quedar bien y hasta seguir bebiendo. Veamos algunos de estos remedios.

Antes de beber

Lo primero que hay que saber es que en ocasiones el vino no emborracha o, mejor dicho, no deja consecuencias. Es importante saberlo porque así se puede uno evitar el resto de remedios. Ya lo dice el griego Ateneo de Náucratis, una autoridad en la materia: “Los vinos mezclados muy cuidadosamente con agua de mar no producen resaca, aflojan los intestinos, estimulan el estómago, provocan flatulencias y ayudan a la asimilación de la comida” (Deipn. I,32,d-e). Recordemos que en el mundo clásico el vino se tomaba mezclado con agua, en la proporción que marcase el magister bibendi, por lo general tres partes de agua por dos de vino. El agua se mezclaba con el vino en la crátera y se hacían tantas rondas como marcase el susodicho magister, y tanto podía ser agua caliente, agua filtrada con nieve, o como vemos aquí, agua de mar.

Otro método para evitar los efectos perniciosos del alcohol es comer unas almendras amargas justo antes de empezar a beber. Ateneo y Plutarco recogen la anécdota de un médico “que doblaba a todos a la hora de beber” cuyo truco era precisamente tomar “previamente en cada ocasión, para no emborracharse, cinco o seis almendras amargas” (Plut. Quaest. Conv. I,6). Y además, cuando le eliminaron el remedio, “no pudo resistir lo más mínimo la bebida” (Aten. 52DE). Ambos sabios apuntan al mismo motivo: el sabor amargo de las almendras, que “por ser desecante, reseca y disipa los líquidos no permitiendo que se dilaten las venas, con cuya hinchazón sobreviene el emborracharse” (Plut. Quaest. Conv. I,6).

El tercer método para evitar la borrachera es un homenaje a la verdura nacional romana: la col, repollo o berza. Esta verdura, ausente por lo general de un banquete finolis por ser demasiado normal, representa en sí misma toda la esencia de la austeridad romana. Son varios los autores que defienden los beneficios para la salud que ofrece la berza, como Plinio el Viejo, para quien “sería largo elencar todas las propiedades de la col” (NH XX 78). Por encima de todos destaca el conservador Marco Porcio Catón, para quien las coles simbolizan el espíritu austero, sencillo y duro de la Roma tradicional. Para Catón, los médicos griegos son una mala influencia, y basta consumir las coles nacionales para tener una salud de hierro pues “la col es superior a todas las verduras, tanto cocida como cruda” (Agr.CLVI,1).

Volviendo al tema que nos ocupa, Catón aconseja que “si quieres comer y beber mucho en un banquete, tómate antes y después del mismo algunas hojas de col cruda mojadas en vinagre” (Varr. Rust. I,2,28), así uno se sentirá ligero y podrá beber y comer quantum voles, cuanto uno quiera (Cato Agr.CLVI,1). La creencia de que la col protege de la embriaguez y mitiga la resaca la encontramos también en otros autores, como Ateneo de Náucratis, quien nos dice que los egipcios, amantes del vino, “son los únicos entre quienes es norma hasta la actualidad servir en los banquetes berza hervida antes que ningún otro alimento” (Aten. I,34C) E indica que “muchos añaden a los preparados para combatir la embriaguez la semilla de la berza”.


Mientras se bebe

Sin duda el método más atractivo contra los efectos negativos del alcohol es ponerse en la cabeza una corona o guirnalda de flores. Se basaba en la creencia de las propiedades de las plantas para minimizar la embriaguez. Su uso era muy habitual, tanto, que hasta Cicerón recomendaba que en los huertos que rodeaban la ciudad se cultivasen flores, junto a las verduras y hortalizas, para confeccionar guirnaldas. Existen numerosas citas literarias sobre el uso de las coronas de flores en la comissatio, generalmente asociado al uso del perfume: “Ve, muchacho, busca ungüento y coronas y una jarra memoriosa de la guerra mársica” (Carm. III, 14,17) nos dice Horacio invitando al regocijo; Petronio nos muestra a un séviro -Habinas- que viene de otra sobremesa: “De la frente, adornada con varias coronas, le chorreaban ríos de perfume que le iban a caer en los ojos” (Petr. LXV); y Marcial exhorta así al festejo: “pide vino, corónate de rosas, perfúmate con nardo” (II, 59,3).
Las coronas se tejen con elementos vegetales, flores y plantas, que recuerdan el uso ritual que originalmente tuvo el simposio en Grecia. Son plantas sagradas, asociadas de alguna manera a las divinidades y al convivium. Así, el valor medicinal y el valor cultural se mezclan en estos objetos pensados para mitigar la embriaguez.
Entre las plantas que mencionan los autores, tenemos las violetas, cuyo aroma hacía pasar la borrachera y, en todo caso, quitaba la resaca (Plin. NH XXI, 130). La corona elaborada con violetas y rosas era muy usada, pues “ambas, en efecto, aplacan y mitigan con su olor la pesadez de cabeza” (Plutarco Quaest. Conv. I,6,4 E-F). Las rosas son todo un lujo, especialmente las últimas del verano, y por tanto muy apreciadas en las coronas. Marcial las menciona a menudo: “Que mi cabellera llegue a chorrear, empapada en amomo sin medida, y que las guirnaldas de rosas fatiguen mis sienes” (V, 64,4). Pero también aparece el apio: “hay en mi huerto, Filis, apio para tejer coronas” (Horacio, Carm. IV, 11); la hiedra: “tiéndeme, Baco, las hojas de tu hiedra” (Prop. IV, 61-63), que es “lo más contrapuesto en su acción al vino” y “con su frescura apaga la borrachera” (Plut. Quaest. Conv. I,3B); el mirto, asociado a Venus, al amor y al convivium:
¿Quién se cuida presuroso de enlazar coronas de apio húmedo o con mirto?” (Hor. Carm. II,7,23-25); o el azafrán: “una corona de azafrán disipa los vapores del vino” (Plinio NH XXI, 138), que, junto a la salvia y la alheña (flor de henna) “inducen a los bebedores a un sueño apacible, pues tienen una fragancia suave y favorable” (Plut. Quaest. Conv. I,3).

Después de beber

Como ya se ha mencionado antes, lo mejor después de haber bebido es comerse unas hojas de col empapadas en vinagre (Cato Agr.CLVI,1). Además, “si en este momento os dais un baño, y engullís berza en cantidad, cesará la pesadez y se disipará la nube que ahora hay sobre vuestra frente” (Aten. I,34E). Por otra parte, también hemos mencionado la acción benéfica de los efluvios de las flores, que mitigan y eliminan los efectos de la resaca.

Sin embargo, es posible que esto no sea suficiente. En los papiros de Oxirrinco, recientemente traducidos, aunque hallados en 1896 en un antiguo vertedero, hay una receta para el dolor de cabeza de la resaca, que consiste en ponerse una corona -de nuevo- de un arbusto llamado Chamaedaphne de Alejandría, que es un tipo de laurel.

Y ya si la cosa se ha ido de las manos, existe el remedio que menciona Macrobio en las Saturnales, donde explica que los médicos, tras liberar al “paciente” del exceso de vino mediante el vómito, le ofrecen “pan untado con miel”, puesto que “la dulzura repele a la ebriedad por una razón natural” (Macr. VII,7,17).

A beber!!!

Info extra:
http://www.livescience.com/50544-ancient-hangover-cure-discovered.html

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