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viernes, 2 de mayo de 2025

UNA RECETA DE APICIO: OVA SPONGIA EX LACTE (TORTILLA ESPONJOSA DE LECHE)


Hoy os propongo cocinar una de las recetas más populares del recetario de Apicio: la tortilla esponjosa de leche, perfecta para desayunar. 


Pertenece al libro dedicado al ‘Cocinero suntuoso’ (Polyteles), en concreto al capítulo que recopila postres que se pueden hacer en casa (dulcia domestica), lo mismo que las torrijas, la leche frita, el flan y una especie de yogur o leche agria llamado melca


La receta parece sencilla de hacer, no lleva ingredientes raros y encima es una de las pocas que da las medidas exactas, así que vamos a ello.


Texto original:


Ova spongia ex lacte: 

ova quattuor, lactis heminam, olei unciam in se dissolvis, ita ut unum corpus facias. in patellam subtilem adicies olei modicum, facies ut bulliat, et adicies impensam quam parasti. una parte cum fuerit coctum, in disco vertes, melle perfundis, piper adspargis et inferes. (De re coquinaria VII, 11,8)



Traducción:


Tortilla esponjosa de leche

Bate cuatro huevos, una hemina de leche, una onza de aceite y bate bien hasta que quede bien mezclado. Pon muy poco aceite en una sartén pequeña, y cuando esté caliente, echa el preparado. Cuando esté cocido por una parte, gíralo en un plato, úntalo con miel, espolvorea pimienta y sirve.


Interpretación:


Como he dicho, es de las pocas que presenta cantidades precisas, así que no debería dar demasiados problemas de interpretación. 

Para 4 huevos se necesita una hemina de leche y una onza de aceite. Una hemina  corresponde a medio sextarius, es decir, 0,274 litros. Más o menos, un cuarto de leche. Una onza equivale a 27,4 gr, ya que equivale a  la duodécima parte de una libra. Considerando que una cucharada sopera rasa da para unos 15 gr de aceite, una onza serían dos cucharadas soperas más o menos. 


¿Qué tipo de leche sería la más coherente con el mundo romano? Pues, según Varrón, los alimentos líquidos más nutritivos son, en primer lugar, la leche de oveja y después, la de cabra. Así que esas serían las mejores opciones. Sin embargo, la leche de vaca también sería correcta, aunque las vacas se preferían para el trabajo en el campo. Lo que sí es indiscutible es que se debe usar leche entera, nada de desnatadas.

Por lo que respecta a los huevos, lo más lógico es usar los de gallina, aunque no pasaría nada si utilizáramos huevos de oca o de pato, muy comunes también en el mundo romano. 

Los otros dos ingredientes son la miel y la pimienta. Juntos forman un contraste habitual en la cocina romana y son una explosión de sabor. La miel preferida en el mundo antiguo era la miel griega del monte Himeto, que era de tomillo. Pero nos valdría cualquier miel siempre que sea de calidad y de plantas mediterráneas.

La pimienta debe ser en grano, preferentemente negra, y al usarla debe estar recién molida.


Por otra parte la receta se llama ‘ova spongia’. Eso indica qué resultado debemos conseguir: la esponjosidad. El truco para conseguir un resultado esponjoso es batir mucho mucho la mezcla de los ingredientes. 



TORTILLA ESPONJOSA DE LECHE (OVA SPONGIA EX LACTE)


Ingredientes:


  • 2 huevos de gallina

  • 137 ml de leche (medio vaso más o menos)

  • 13,7 gr de aceite (una cucharada sopera aprox.)

  • miel de tomillo al gusto

  • pimienta negra al gusto


Preparación:


En un bol mezclamos los huevos, la leche y el aceite y batimos muy muy bien. Cuanto más mezclado, más esponjoso resultará.


Calentamos un poco de aceite en una sartén y cuando esté bien caliente echamos la mezcla.


Dejamos que se haga por un lado a fuego medio. 


Cuando se haya hecho por un solo lado, tal como dice la receta, se vuelca en un plato dándole la vuelta. Esta es la operación más compleja, porque se nos puede quedar un poco fea.

Cubrimos de abundante miel y rociamos pimienta recién molida.


Resultado:


Muy buena. La pimienta le aporta un contraste de sabor al dulzor de miel y leche. Es un postre sencillo con el sabor de la cocina de otros tiempos. Fácil y bueno.


Prosit!



Imágenes: @Abemvs_incena



sábado, 22 de febrero de 2025

OXYGALA. CUAJADAS Y YOGURES EN TIEMPOS ROMANOS


Griegos y romanos confeccionaban diferentes productos lácteos que nacieron como sistema de conservación de la leche. El principal fue el queso, uno de los alimentos protagonistas de la culinaria griega y romana. Pero no fue el único: yogures y cuajadas tenían también su rinconcito en la despensa antigua, sobre todo si te los recomendaba el médico. Veamos, pues, cuatro apuntes sobre la oxygala.



Para empezar, conviene recordar que nuestros ancestros desconocían términos como microorganismos, enzimas o lactobacilos, y que no eran capaces de clasificar con claridad los diferentes productos lácteos derivados de cierta coagulación o acidificación de la leche. Para ellos la leche era leche y el queso, queso, pero en el camino de uno a otro se obtenían -espontáneamente o no- otras soluciones que intentan explicar más o menos en sus tratados científicos. Porque sí, estos lácteos aparecen casi siempre en obras científicas como los tratados médicos o los manuales de agricultura y ganadería, donde tratan de comentar su naturaleza y sus efectos sobre la salud. Los autores ni siquiera se ponen de acuerdo en la terminología empleada, y se utilizan diversas palabras para referirse, en general, a los lácteos elaborados a partir de la leche agria o coagulada. Vamos a ello.


El agrónomo Lucio Moderato Columela (s. I dC) recogió en Los trabajos del campo una fórmula para hacer oxygala, una especie de cuajada que se aproxima bastante a un queso fresco tipo requesón. La palabra, oxygala, significa literalmente ‘leche ácida’ y se conseguía dejando reposar la leche bastantes días en un recipiente dotado de un agujero con tapón y retirando progresivamente el suero. Esta leche, que debe ser de oveja, se aromatiza los primeros días con un saquito de hierbas frescas (orégano, hierbabuena, cebolla, cilantro) y los días siguientes con tomillo y orégano secos, y se debe sacar el tapón para eliminar parcialmente el suero a lo largo de unos diez días, pasados los cuales se debe salar y cerrar herméticamente hasta que se vaya a usar (RR XII,8,1-2). Este sistema que, insisto, parece más queso que otra cosa, consiste en una fermentación natural por dejar la leche a temperatura ambiente, a merced de todos los microorganismos del universo, y consigue cuajar la caseína separándola del suero casi del todo. La leche de oveja, al tener un alto contenido en grasa,  es perfecta para esta operación porque también tiene más proteínas coagulables. Vamos, que rinde más. 


Esa misma palabra, oxygala, la emplea Plinio el Viejo en su libro XXVIII, dedicado a usos médicos de productos animales. Nos dice que es un subproducto obtenido al hacer mantequilla, y lo menciona dentro de los alimentos que consumen los bárbaros. A base de batir la leche y echarle agua para que se agríe, se consigue separar la parte coagulada de lo que es el suero. Esta parte ‘flotante’ se retira y se le añade sal (XXVIII,134). Se puede parecer a la cuajada-requesón de Columela, por su ausencia de suero y por contener sal. Una especie de queso fresco. 


De nuevo la palabra oxygala aparece en un manual del médico griego Galeno de Pérgamo (s. II dC) sobre las propiedades de los alimentos (De alimentorum facultatibus 689-693). Su explicación es larga y confusa, centrada sobre todo en consideraciones dietéticas. Para Galeno, la leche agria puede ser un proceso natural o puede confeccionarse coagulando la leche. En todo caso, considera que es un producto frío y rico en humores densos, motivo por el cual no se digiere fácilmente en estómagos de temperamento frío o equilibrado, pero es beneficioso para un sistema digestivo inflamado. Por otra parte, la leche agria induce al cuerpo a producir humores densos y por ello debe tomarse con moderación, pues a la larga provoca cálculos renales. Provoca también dolor de dientes, como otros alimentos ácidos o acerbos. Al margen de todas estas cuestiones dietéticas, Galeno recomienda tomarla bien fría, recubierta de nieve. La textura que debía tener esta leche ácida era bastante espesa, a juzgar por los comentarios del propio Galeno, y tuvo que parecerse a un yogur griego, más o menos.


Mosaico Bizantino, Museo de Estambul.

Esta misma textura cremosa y de sabor ácido la menciona de pasada Plinio en un texto diferente, aunque sin denominarla oxygala. Comenta que los pueblos bárbaros espesan la leche “en un producto de una acidez agradable” (Plin. XI,239) que parece corresponderse con el kéfir o el yogur

Está claro que para Plinio el yogur, lo mismo que la mantequilla, era cosa de bárbaros, que es lo mismo que decir que el producto es de segunda regional, porque no son alimentos civilizados como el queso o el aceite. 

Concretando más, yogures y mantequillas eran cosa de Tracios, que vivían en una amplia región del sudeste de Europa que coincide con las actuales Bulgaria y parte de Grecia y Turquía. Sí, los que se disputan ser la patria inventora del yogur. Y ya en el siglo IV aC, el poeta Anaxándrides se burlaba de los tracios en su comedia Protesilao llamándolos ‘comemantecas’ (boutyrophagoi), detalle recogido por Ateneo (Deipn. 131B).


Oxygala con miel  @Abemvs_incena


Los textos dan información también sobre cómo obtener leche coagulada empleando calor para acelerar el ácido láctico. Galeno de Pérgamo explica que este sistema es perfecto para el calostro, es decir, la leche de animales que acaban de parir, que cuaja rápidamente si se calienta a temperatura muy alta durante un período corto de tiempo. El producto resultante debía tener una textura muy densa, leche pura en estado sólido, y mejoraba sensiblemente si se tomaba con miel, que lo hacía mucho más digestivo. Galeno nos dice que los antiguos poetas llamaban a esta cuajada pyriaston (‘budín de calostro’), pero que en Asia Menor -de donde él procede- la llaman pyriephthon (‘pastelito de calostro’) (Aliment.694)

Cabe decir que la leche de calostro tiene un gran contenido en grasa y una acidez muy elevada, lo que facilita que se coagule si se somete a ebullición. Lo mismo pasa con cualquier leche que haya empezado a acidificar por la acción de los lactobacilos: se vuelve inestable ante el calor, favoreciendo la coagulación.


Existe otro sistema para coagular la leche del que también dan cuenta los textos clásicos: añadiendo un elemento ácido y empleando calor para acelerar el proceso.  En efecto, incorporar a la leche un elemento con un ph ácido favorece una rápida separación del suero y la caseína. 

Para ello se puede emplear ácido láctico, cítrico o acético. Plinio menciona -sin saberlo- el uso del ácido láctico como un sistema más para hacer oxygala, diciendo que esta se obtiene añadiendo leche agria a la fresca para que se corte, y especificando además que es buenísima para el estómago (XXVIII,135). El resultado es lo que ahora se llama el ‘queso’ o ‘quesillo de leche agria’, un producto blando y ácido bastante fácil de hacer y conocido por ser un sistema eficiente para aprovechar la leche pasadilla. 

El otro ácido empleado es el acético, es decir, el vinagre. Galeno explica que se puede cuajar la leche calentándola y rociándola después con oxymel frío, que no es más que vinagre mezclado con miel. (Galen,694). Este mismo sistema lo encontramos en un texto posterior, conocido como Geopónica, que es una compilación de libros sobre agronomía y agricultura. Sin embargo, su autor ha empleado otra palabra: mélka. El procedimiento se explica con bastante detalle: hay que echar vinagre fuerte sobre un recipiente de barro nuevo y calentarlo en un brasero de carbón. Cuando el vinagre empieza a hervir, conviene quitarlo del fuego y añadir la leche (de oveja, en concreto). Solo queda dejar reposar la leche unas horas et voilà! (XVIII,21). 


¿Era lo mismo la mélka que la oxygala? Parece que sí, que es cuestión solo de terminología. El médico bizantino Antimo (s. VI) nos dice que los términos son equivalentes y que ‘oxygala’ es la nomenclatura empleada entre los griegos, mientras que ‘melca’ es la preferida entre los romanos (oxygala vero graece quod latine vocant melca), especificando que se refiere a una leche agria (<id est lac> quod acetaverit) óptima para la gente sana, porque no coagula en el vientre (De Observ.78).



Además de la coagulación láctica, espontánea o con adición de algún ácido, que es la que hemos visto hasta ahora, existía otro sistema: la coagulación enzimática. Esta consiste en la adición de cuajo animal o vegetal, el cual contiene enzimas que transforman las proteínas lácteas, lo cual provoca modificaciones importantes en la caseína. Se obtiene así una pasta -la leche coagulada- que acabará convirtiéndose en queso con la maduración. En los textos se menciona en concreto el uso del látex de la higuera como sistema para coagular una leche previamente calentada. Aparece, por ejemplo, en la Geopónica (XVIII,12), donde se explica la utilidad de remover la leche de oveja con unas ramitas de higuera, lo cual produce una oxygala que se puede mantener tierna sumergida en aceite o envuelta en hojas de terebinto (XVIII,12). O en el tratado del médico Dioscórides. Y también en Plinio el Viejo, pero bajo otro nombre: schíston. Plinio explica que se obtiene hirviendo leche de cabra en una vasija de terracota nueva, y  que se mezcla con ramas frescas de higo y tantos vasos de vino meloso como heminas de leche haya. Una vez frío, se separa el suero de la caseína sin problema. Según Plinio, el término schíston pertenece a la medicina, ya que explica que los médicos lo emplean para englobar a toda suerte de lácteos (XXVIII,126).


Melcae al estilo de Apicio Imagen: @Abemvs_incena

Por último, unos apuntes culinarios para consumir estas cuajadas y requesones. Los textos griegos abundan en referencias sobre un tándem ganador: la ‘rubia miel’ junto con la leche cuajada, que es realmente como se sigue consumiendo. Además del sabor, que combina muy bien, la miel ayudaría a hacer el lácteo más digestivo, o eso se deduce de las recomendaciones de los médicos. Antimo por su parte nos dice que se puede tomar o bien con miel (de nuevo), o bien con aceite de olivas verdes (Anth.78). No olvidemos la recomendación de Galeno sobre tomarlo bien frío, cubierto de nieve. Y Apicio, el gourmet por excelencia de la antigua Roma, nos da una fórmula para la melca: tomarla con pimienta y garum, o bien con sal, aceite y cilantro (VII,XI,9).


Prosit!




Imagen del inicio: Fresco de la Casa de Pinarius Cerialis, MANN.





lunes, 11 de abril de 2022

MORETUM A LA MANERA DE COLUMELA


El Libro XII del tratado de agronomía De re rustica, compuesto en el siglo I por el hispano Lucius Junius Moderatus Columella (Columela), contiene una colección de recetas pensadas, sobre todo, para el aprovechamiento y conservación de muchos productos y alimentos. Algunas de estas recetas son tan famosas como el vino mulsum, la pasta de olivas (epityrum) o la que nos interesa hoy, el moretum (Libro XII, cap. 57).


Esta elaboración consiste básicamente en una pasta hecha de queso y hierbas aromáticas. Es un plato sencillo y rústico, con ingredientes fáciles de encontrar y baratos. Columela menciona cinco fórmulas diferentes, aunque todas tienen en común lo siguiente:


  • El queso (caseus). El autor nos recomienda el fresco y salado, el de las Galias o el que uno prefiera. Los quesos de las Galias eran famosos, especialmente los de las provincias de Nemauso, de Lesura y de las aldeas de los gábales (Plinio, XI 41), que se corresponden con los actuales Nîmes, Lozère, y la región de Gevaudan. Los quesos preferidos de los romanos eran de leche de oveja o de cabra, y a menudo eran frescos y salados. Pero como nos dice el mismo Columela, podemos usar cualquier queso que nos guste: un queso feta griego, un queso de cabra cuajado con cardo, un queso ahumado que se ha quedado duro, una mezcla de quesos…


  • Las hierbas aromáticas (condimenta viridia). El autor menciona las más habituales en el contexto mediterráneo: ajedrea, hierbabuena, ruda, cilantro, apio, puerro sectivo o cebolla verde, hojas de  lechuga y rúcula, tomillo verde o hierba gatera. Estos condimentos, si son frescos, proporcionan una gran cantidad de aroma y sabor al queso. Pero Columela nos indica que, si no los tenemos frescos, los podemos utilizar secos. Propone una combinación de hierbas tales como poleo, tomillo, orégano y ajedrea, todas secas. Aunque nos dice que, si solo disponemos de una de ellas, la solución también sería válida.


  • En todas las propuestas aparece el vinagre en combinación con la pimienta, bajo la fórmula acetum piperatum, es decir, vinagre condimentado con pimienta.


  • También en todas las propuestas aparece el aceite de oliva (oleum), pero al final de la composición. Es decir, no forma tanto parte de la mezcla -para ello está el vinagre- cuanto del acabado final. Así, una vez hayamos obtenido una mezcla con una buena consistencia y sabor, entonces añadiremos aceite de oliva en abundancia.


Además de estos ingredientes comunes para las cinco recetas de moretum, existen dos más que no aparecen en todas, pero que son muy interesantes. Uno de ellos es la semilla de sésamo, que Columela aconseja usar ligeramente tostada y mezclada con los ingredientes verdes. El otro son los frutos secos, que aparecen en dos de las cinco recetas: nueces en una de ellas y piñones, avellanas o almendras en la otra. La presencia de frutos secos proporciona cuerpo y consistencia a la mezcla, pero no son imprescindibles.

 

Cinco recetas diferentes para una misma composición: el moretum, un plato de campesinos y gente sencilla. Un plato que no tiene una fórmula fija, por lo que podemos adaptarla a los ingredientes que tengamos más o menos a mano.


RECETA DE MORETUM AL MODO DE COLUMELA


Ingredientes


  • 200 gr de queso feta (o de queso de las Galias o del que uno prefiera)

  • frutos secos: piñones, avellanas y almendras

  • hierbas secas (poleo, ajedrea, tomillo, orégano). Sirve un paquete de hierbas provenzales (llevan estas mismas hierbas secas)

  • alguna hierba verde si se tiene. Yo he usado cebollino

  • vinagre

  • pimienta

  • aceite de oliva


Preparación


En un mortero de mano, picaremos los frutos secos: piñones, almendras y avellanas. Es imprescindible usar un mortero de mano y abstenerse de batidoras o picadoras eléctricas porque no queda bien ni la textura ni el sabor. Además, el moretum recibe su nombre por el instrumento necesario para elaborarlo, el mortero (mortarium). Si queremos comer un moretum mínimamente parecido a lo que propone Columela hay que trabajar.


mortero romano. Museu Nacional Arqueològic Tarragona

Una vez tengamos picados los frutos secos, añadiremos el queso cortado a trozos pequeños y seguiremos mezclando.

Incorporar después el cebollino troceado y la mezcla de hierbas aromáticas secas.

Incorporaremos un poco de vinagre mezclado con pimienta y seguiremos mezclando. 

Columela no incluye la sal en sus recetas, así que yo tampoco la he incorporado. El queso es un alimento que ya suele ser salado, por lo que no es necesario echar más sal. Sin embargo, si se ha usado un queso muy fresco y falta añadir sal, no creo que Columela nos mire mal desde el Tártaro.

Para acabar, un buen chorro de aceite de oliva. Mezclar ligeramente e incorporar otro chorro de aceite.





¡A disfrutar!


Todas las imágenes: @Abemvs_incena