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sábado, 21 de junio de 2025

VIVIR (Y COMER) EN UNA INSULA. MANUAL DE SUPERVIVENCIA


¿Has venido de las provincias y buscas una oportunidad de ganarte la vida en Roma? Antes que nada tendrás que solucionar un problema acuciante: conseguir una vivienda, lo cual no es nada fácil.


Aquí te dejo un decálogo para sobrevivir al alquiler en Roma.



  1. Empieza a buscar alquiler durante el mes de junio. Como imagino que sabrás, los alquileres vencen en el mes de julio, por lo que si te interesas por un piso con anterioridad, tendrás más oportunidades de escoger y apalabrar el contrato del piso que te guste. Es cierto que si esperas a que pasen los primeros días de julio, el precio es sensiblemente más barato. Pero no es recomendable, porque también disminuye bastante la oferta. O sea, que no tendrás dónde escoger. Ya sabes, Roma es un hervidero de gente y no hay que dormirse. 


  1. Si te lo puedes permitir, escoge vivir en el primer piso, máximo el segundo. Cierto, el alquiler es mucho más caro, pero los pisos son más amplios y mucho más cómodos. No te interesa en ningún caso alojarte en el ático, esas buhardillas diminutas situadas bajo los tejados del edificio, básicamente donde anidan las palomas. Goteras, escaleras infinitas, corrientes de aire y paredes poco estables es lo único que conseguirás viviendo en las plantas superiores. En el primer piso tendrás más espacio, relativo acceso al agua del pozo o de la fuente y más facilidad para escapar del incendio que tarde o temprano va a suceder. Además, todos tus vecinos de los pisos superiores te mirarán con envidia. En todo caso, si has tenido que recurrir a un cenáculo diminuto porque no te ha quedado otro remedio, procura que sea suficientemente grande como para poder contener tus cachivaches básicos: una escoba, algún cesto de mimbre, un cubo para el agua, una jarra para el vino, una alacena para despensa (ese tarro de miel que no puede faltar, esas ristras de ajos, la carne seca, el queso y las olivas tendrás que tenerlos en algún sitio) y, por supuesto, un rinconcillo para el altar de los Lares y los Penates.


Reconstrucción de la Insula de Diana. Ostia.

  1. Busca un inmueble del tipo insulae de patio, es decir, con un buen patio interior. Cierto es que a veces el patio es de uso casi exclusivo de los habitantes de las plantas principales -las bajas-, pero si tienes suerte podrás utilizarlo como zona común. Créeme, es un auténtico lujo contar con un patio que tenga comodidades como una fuente, letrinas cercanas y un fogón que podrás usar para tus pucheros de puerros y garbanzos, bien calentitos. Si el vecindario es majo, podrás compartir sin complicaciones el patio como zona de comedor. Incluso puede que tengas suerte y el patio de tu edificio sea la sede de las comidas de algún gremio, y que te dejen colarte. 


  1. No se te ocurra cocinar algo caliente en tu habitáculo. Evita los hornillos portátiles, sobre todo si tu insula está hecha de partes de madera. Desde que Nerón reconstruyó la ciudad, se supone que los edificios altos ya no son de madera, sino de ladrillo, pero los incendios siguen a la orden del día. Créeme, hacerte tu propio pulmentum en el hornillo junto a las ventanas es hacer números a provocar una tragedia, además de la peste que se levanta con humos y olores a fritanga. Es mejor recurrir a las cocinas del patio comunitario o bien a la comida ya hecha. Seguro que tendrás a mano una o dos cauponae donde conseguir un buen guiso calentito de habas con tocino o unas albóndigas con su buena salsa de piñones. Vamos, en la misma planta baja de tu edificio seguro que hay un thermopolium. Y si la calle está muy concurrida, podrás optar también por la oferta de los vendedores ambulantes: salchichas, crustula, garbanzos torraditos… No te la juegues con las brasas.


craticula o parrilla portátil


  1. Sácate unas perrillas subalquilando una habitación. Selecciona muy bien a quién subarriendas, porque Roma está llena de gente desaprensiva. Ya sabes lo que dicen: rara vez llegan los soldados a los cenáculos. Así que te puedes encontrar con peleas y problemas de todo tipo porque igual estás albergando a un sicario. Pero lo cierto es que puedes sacarle unos sestercios a ese cuartucho con ventana que no te gusta porque da al barullo callejero y te impide dormir. Promociónalo como habitación con vistas, muy luminosa y bien aireada, que permite participar del encanto de Roma con los cinco sentidos.


  1. Escoge tu cenáculo orientado a la calle o al patio interior -si lo hay- en función de tus preferencias: la luz, la ventilación o el ruido. Es indudable que tendrás que escoger. Si tu piso da al exterior, tendrás más luz y mejor ventilación. Es más fácil que se diluya ese olor a sardinas fritas que sube por todo el edificio desde las cocinas del patio, y sin duda es toda una ventaja contar con luz natural. Pero también te acompañará el ruido de carpinteros, caldereros y resto de gremios, el griterío de los vendedores, el ruido nocturno de los carros de mercancías, el de los panaderos, el de los borrachos y transeúntes pendencieros, el de las peleas y persecuciones ciudadanas… Si eres de sueño ligero, una habitación que da a la calle puede ser incómoda. (Por eso mismo debes subalquilarla). Las habitaciones que dan al interior son más silenciosas, es cierto. Pero también más tenebrosas. Un buen repertorio de lucernas y pasar el día fuera de casa serán la solución. Pero tendrás que convivir con humos y olores de lámparas de aceite, braseros y cocinas. Así que escoge bien. 


Lucerna

  1. Mantén tu casa limpia. Barre, ventila y limpia lo que cae al suelo. Ese trozo de queso sobrante y ese mendrugo de pan que se queda sobre la mesa atraen a los ratones y a la larga crían bichos. Haz tus necesidades en la letrina comunitaria y, si no es posible, ten un cubo y vacíalo con elegancia, en la letrina cuando bajes a buscar agua. No recurras al lanzamiento de inmundicias desde la ventana, no contribuyas a la molestia de los ciudadanos de a pie. Piensa que tus porquerías no van a caminar solas hasta la cloaca. Aunque sea incómodo, sobre todo si vives en pisos altos, haz lo posible por tener siempre lleno el cubo de agua y úsala para limpiar tu casa y para tu higiene personal. Habrá menos bichos y olerá mejor. Por eso mismo, si tu inmueble no dispone de un patio con un pozo, busca un alquiler cercano a una fuente pública


Hornillo

  1. Entabla amistad con un bombero. No nos engañemos, tarde o temprano habrá un incendio. Si no es el hornillo de la vecina asando salchichas de Lucania es el brasero para calentarse o la lucerna para no descalabrarse subiendo las tenebrosas escaleras. Tarde o temprano la chispa salta y la madera prende. La cercanía con el cuerpo de vigiles urbani no lo va a evitar, pero quién sabe si la cercanía con los miembros de la cuadrilla ayudará a que te hagan más caso cuando suceda. Además, siempre te conviene conocer a gente que se encarga del orden nocturno, así podrás volver a casa con más garantías de seguridad. 

  1. Busca vivienda en barrios bohemios, como la Subura, el Velabrum o el Argileto, que están muy de moda. Aquí tienes una amplia oferta de todo: peluquerías, librerías, termas, mercado, prostíbulos, banqueros, adivinos, zapateros, perfumistas, orfebres, tiendas donde comprar sedas, telas teñidas de púrpura, ungüentos, incienso, figurillas para exvotos… Lo dicho: todo tipo de tiendas y servicios. Y qué decir de la oferta gastronómica: tabernas, bares y restaurantes de todo tipo y reputación, junto a puestos de comida callejera para picotear. Una oferta completa para todos los bolsillos y gustos. Hasta hay escuelas de hostelería. Eso sin contar los mercadillos callejeros centrados en los productos refinados, como los dátiles Nicolaos, los erizos de mar, el foie-gras, el garum de primera, la pimienta larga y otras finuras que se pueden permitir solo los senadores y los peces gordos. De hecho, es bastante fácil que te cruces con ciudadanos ilustres, incluso que los tengas de vecinos. En estos barrios vive mucha gente, son muy caros y ruidosos, sí, pero sabrás lo que es vivir intensamente en Roma. 


  1. Escoge una vivienda con un propietario que tenga buena fama, infórmate bien y huye de los especuladores. Normalmente no les importa si la finca se cae a pedazos o si tiene más pisos de lo que está permitido. Cuanto más alto es, más dinero ganan. Y ya se sabe, cuanto más arriba está menos gastan en materiales de calidad, de manera que abunda la madera y el ladrillo brilla por su ausencia. Te recomiendo que busques un inmueble en cuya planta principal también viva su propietario. Será más fácil que se preocupe por la seguridad y la finca no se derrumbe. 


Roma. Insula Capitolina


No tengas complejos por vivir en un bloque de pisos. La gente de bien también lo hace en algún momento de su vida. Mira los poetas, mira al famoso Marcial, mira a Juvenal, mira a Séneca, que vivía encima de unos baños, soportando los ruidos de la piscina, los gritos de la depilación, las voces de los vendedores y el martillito del carpintero. Y eso que era propietario. Incluso individuos como Sila, en los tiempos de la República, todo un cónsul que en su día pagaba tres mil sestercios de alquiler. Y otros senadores. Y hasta Augusto tuvo que hacerlo. Y Vitelio, que para poderse pagar su viaje a Germania se mudó a un cenáculo para poder alquilar también el suyo. 


Así que no te agobies y disfruta de vivir en la gran Urbe.


Imagen de portada: Wikipedia