botella y copa. Museo del Bardo. Túnez. |
En la época romana tomar una bebida
bien fría era un lujo que no estaba al alcance de todos. La
mayoría de la gente tomaba el agua o el vino tibios o calientes, y
cuando querían enfriar el agua -que previamente habían hervido, por
razones higiénicas- debían ponerla en la fresquera, dentro de
recipientes de terracota que enfrían por sí solos el contenido. Eso
implica tiempo, y la bebida, aunque de verdad esté fresca y
apetecible, no refleja el poderío de quien la posee.
Entre los ricos se puso de moda
-parece ser que el primero en hacerlo fue Nerón, según
Plinio el Viejo (NH XXXI,40)- enfriar inmediatamente el agua que
acababa de hervirse usando nieve. De esta forma, la presencia
de nieve en una mesa era una señal clara de lujo y
ostentación de riqueza.
pozo de hielo de La Barbacana. Barbastro |
Conseguir nieve no era tarea
fácil y, repito, sólo se la podían permitir los ricos. Se obtenía
en las montañas, desde donde se transportaba metida entre paja,
después se guardaba en depósitos adecuados (officinae reponendae
nivis), auténticas fresqueras que conseguían conservar la nieve
durante la estación cálida. De hecho, estos depósitos han
perdurado hasta principios del siglo XX, y son los pozos de nieve o
neveros artificiales que se hallan por todo el Mediterráneo.
Los médicos de la
antigüedad, como Hipócrates, no aconsejaban beber hielo ni nieve,
cosa que, al parecer, aún hacía más atractivo beberla para los
elegantes. El naturalista Plinio el Viejo nos dice: "ciertamente
no pocos (médicos) consideran muy insalubres las bebidas del hielo y
de la nieve" (NH XXXI,33). Macrobio también recoge la
opinión de lo nociva que es la nieve: "Sabemos cuántos y
cuántos perjuicios se producen de beber nieve fundida"
(Sat. VII,12,24). En general, la nieve se consideraba indigesta, y en
todo caso útil para enfriar, pero no para comerla o beberla. Para
Hipócrates, encogía las venas y provocaba tos; y Galeno dice que
hace daño al pecho y a la cabeza. Los filósofos también
opinaban sobre la nieve. Para Séneca, el abuso del agua helada
estropeaba el estómago y endurecía el paladar. Gelio recoge la
opinión de Aristóteles, "quien decía que el agua de nieve
era muy saludable para los frutos y los árboles, pero insalubre
para los hombres, bebida en exceso, y que de modo imperceptible y a
largo plazo corrompía y causaba dolencias en el intestino"
(XIX,5,-6). Es curioso que para otras dolencias sí se recomendase el
uso del hielo y la nieve, para las fiebres, hemorragias, algunos
dolores... Quizá lo que se condenase fuera el exceso o la frivolidad
con que se consumía la nieve, ya que hasta la moda que se impone en
el siglo I dC, ésta era considerada un remedio medicinal. En fin,
quién sabe.
Al que ya había caído enfermo se
le prohibía el agua helada. Por ejemplo, a Marcial: "¡Vino
setino y nieves y tercios sin pausa de mi dueña! ¿Cuando podré
beberos sin que me lo prohíba el médico?" (VI,86). Por su
parte Séneca, que se ríe de los que siguen la moda, comenta con
cierta ironía: "¡Oh, desgraciado enfermo! ¿Por qué?
¿porque no bebe vino con nieve? ¿porque no refresca de nuevo el
vino que tiene en el vaso rompiendo hielo encima?"
(Ep.IX,78,22)
La cita de Séneca nos introduce en
otro aspecto: ¿qué hacían con la nieve?
Para empezar, se la bebían,
convirtiéndola en agua fría o en granizado o usándola
para enfriar más agua. Leemos en Gelio que a él y a sus
amigos, "viéndonos beber demasiada agua procedente de
nieve", los amonesta un amigo "con gran severidad"
(Gelio XIX,5). Y Marcial nos dice que "no beber nieve, sino
beber agua recién salida de la nieve, lo inventó una sed ingeniosa"
(XIV,117).
Se la podían añadir a esas copas tan delicadas, de
vidrio (la innovación llegada de los talleres fenicios) o con
engarces de piedras preciosas, y el mero hecho de presentar en una
mesa una bebida mezclada con un trozo de hielo o nieve ya era un
indicador de riqueza y lujo. Diseñaron recipientes que
servían para contener el agua -previamente hervida-, que se
introducían luego en nieve para obtener agua helada.
El poeta
Marcial regala por las Saturnales una garrafa o botella rodeada de un
revestimiento de mimbre: "Una guardiana (custodia) del
agua de nieve hervida, encerrada en finos mimbres, éste será tu
regalo en los días de Saturno. Si te quejas de que en el mes de
diciembre te he enviado un obsequio propio del verano, envíame tú
una toga fina" (II,85). colador de bronce |
La nieve además cobrará
protagonismo a partir del siglo I a la hora de filtrar los vinos,
pues los vinos de la
antigüedad se filtraban siempre para evitar beber las impurezas que
pudieran contener. Para ello había dos posibilidades, usar el colum
nivarium, un colador de metal, o el saccus nivarius,
un trozo de tela basta, de lino generalmente. Ambos objetos cumplían
una doble función: filtrar las impurezas del vino y ayudar a
enfriarlo, pues se rellenaban de nieve y el vino pasaba a través de
ella. Las fuentes escritas están llenas de ejemplos. Aquí van unos
cuantos del poeta Marcial: "Calisto, échame dos dobles de
falerno y tú, Alcimo, derrite sobre ellos las nieves veraniegas"
(V,64,1-2), "Que se escancie y que se aclare con el lino
flexible un ánfora turbia, disminuida por cien consulados"
(VIII,45,3), "Los tercios setinos, te lo recomiendo,
rebájalos con mi nieve; con un vino de menos categoría puedes teñir
los linos" (XIV,103). El mismo autor, que parece un agente
de la guía Peñín de la época, nos habla de un amigo suyo, Letino,
que "no bebe cécubo sino pasado por agua de nieve"
(XII,17). Los vinos mencionados, Falerno, Cécubo, Setino, son
precisamente los vinos más renombrados entre la cultura romana,
vinos envejecidos y de gran calidad, que bien merecían el gasto de
la nieve.
colador de bronce |
Pero la nieve se añadía también a
ciertos alimentos, no sólo a las bebidas. Eso sí, como
sucede con los vinos, se le añadía sólo a los productos más
apreciados, como las ostras, las setas o las vulvas de cerda. Algunos
autores, como Séneca, consideraban una porquería comer y beber
nieve, seguramente porque no soportaban a los decadentes que se dejan
llevar por la moda: "Verás hombres débiles, envueltos en el
manto, pálidos y enfermos, no solamente beber, sino comer nieve"
(Nat. Quaest.IV,B,13,9-11), o quizá por la conciencia de que la
nieve no siempre se conservaba en óptimas condiciones y se ensuciaba
y adquiría malos olores, quién sabe.
Para acabar, mencionar que en
algunos casos -los más extremos- la nieve servía también para
enfriar el agua de la piscina, como en el caso del visionario
Nerón, quien en verano se daba unos "baños enfriados con
nieve" (Suet. Nerón 27,2).
Para esta élite romana, el
complemento ideal para una bebida bien fría, helada, solo podía ser
un alimento bien caliente, ardiendo. Estos contrastes de
temperatura, terroríficos para dientes, paladares y estómagos,
sin embargo demostraban que se tenía dinero, mucho dinero, y para
algunos, elegancia. Se intentaba sorprender a los invitados llevando
a la mesa el hornillo portátil para tomar el alimento recién hecho,
directamente a la temperatura de cocción ("el lujo ha
inventado que la mesa sea continuación de la cocina" se
queja Séneca, Ep.IX,78,22-24),
y esto se combinaba con la bebida recién enfriada con nieve. Leemos
en Juvenal: "Si el estómago del amo arde a causa del vino y
la comida, se le pide agua hervida más fría que las nieves géticas"
(Iuv.5,49-50), que son las nieves de los Cárpatos dacios. Y de nuevo
Séneca arremete contra el esnobismo de los paladares cansados, que
sólo buscan novedades: "Por la misma razón que no encuentra
nada bastante fresco, nada es bastante caliente para él. Setas
abrasando, mojadas ligeramente en la salsa, son devoradas humeantes
aún para apagarlas en el acto con bebidas cargadas de nieve"
(Nat. Quaest.IV,B,13,9-11). La cocina romana es así, de contrastes,
dulce y salada, fría y caliente. Tampoco es para tanto... ¿o sí?
Imagen del pozo de hielo: http://turismosomontano.es/es/que-ver-que-hacer/lugares-con-historia/centros-museisticos/pozo-hielo-barbastro
muy bueno! gracias!
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