Stibadium de SS Pietro y Marcelino. Roma. |
Por
triclinio podemos entender tanto el comedor donde tenían
lugar las cenas romanas de una cierta categoría como el lecho o
diván en el que se reclinaban los comensales.
Empecemos
por la palabra, "triclinio". Procede del griego τρι-,
tri-,
"tres", y κλίνη, klinē,
y significa "tres lechos o tres divanes de tres plazas",
puesto que se componía de tres lechos en los que podían comer
recostados hasta tres comensales. Por metonimia, acaba denominando el
comedor, el lugar donde se come recostado en el triclinio. Por
cierto, la palabra es un helenismo que usaban los que se las daban de
elegantes para marcar cualquier objeto o estancia que quisieran
relacionar con el lujo, lo mismo que oecus o
peristylum.
Escena griega de banquete. British Museum. |
El
uso del triclinio se puede documentar por lo menos desde la época de
finales de la República, cuando Roma se hace "dueña" de
Grecia y asimila un tipo de vida más dedicado a los placeres.
Por otra parte, también la cultura etrusca, muy
orientalizada, utilizaba los triclinios en sus banquetes, tal como se
puede observar en las pinturas y sarcófagos de las tumbas. Los
etruscos utilizaban los banquetes como signo de jerarquía social,
igual que hará el pueblo romano, y usaban el triclinio cuando Roma
aún los consideraba un pueblo decadente que cometía la indecencia
de hacer dos banquetes al día. Así pues, ya sea por la vía etrusca
como por la griega, el triclinio o lecho para recostarse a comer
tiene su origen en el estilo oriental de hacer banquetes.
Banquete etrusco. Tumba de los Leopardos. Tarquinia. |
Así
pues, la cultura romana utilizará el triclinio para celebrar
banquetes formales, de ceremonia, de etiqueta y de postín. Es
de suponer que para las comidas ordinarias se utilizasen las cocinas,
o una mesa y unas sillas dispuestas en cualquier lugar de la casa. El
comedor formal lo utilizaban para ocasiones especiales, ya fuera por
compromiso como para celebrar algo con familiares o amigos. Comer en
el triclinio era un acto especial, casi un ritual sagrado, como
refleja el hecho de que Catón el Joven (95aC – 46aC), bisnieto de
Catón el Censor, tribuno de la plebe y firme opositor a Julio César,
decidió cenar sentado "desde
el día en que supo la derrota de Farsalia, añadiendo a las demás
demostraciones de duelo la de no reclinarse sino para dormir"
(Plutarco Cato minor 56).
Tener
un triclinio no estaba al alcance de
todos. Sin embargo, todo el mundo
entendía que era imprescindible para agasajar a unos invitados de
forma correcta. En la Fábula de
Filemón y Baucis, los humildes y
pobres ancianos ofrecen una comida a sus huéspedes, que son dioses
disfrazados de mendigos, y para ello "colocan
los lechos, de sauce y pobremente cubiertos aun con vestes de fiesta,
donde los dioses se tienden"
(Ovidio, Metamorfosis VIII, 630 ss).
Es decir, improvisan un triclinio. Y hasta era posible reservar un
triclinio en un restaurante, si fuera el caso de tener una comida
presuntamente formal y no tener sitio en casa. Es el caso del comedor
de la Casa de los Castos Amantes de Pompeya .
Un
triclinio, pues, se compone de tres lechos o divanes dispuestos en
forma de U, rodeando una mesa cuadrada en la que los servidores
presentan las viandas y las bebidas. Sin embargo, se puede componer
solo de dos lechos, en cuyo caso se denomina biclinio. En
época imperial, a finales del siglo II, se pone de moda un solo
lecho con forma de media luna rodeando la mesa, que ha pasado de ser
cuadrada a redonda. Este lecho se llama sigma o stibadium.
Stibadium. Villa Adriana. Tivoli. |
Los
lechos podían ser móviles o de obra, por ejemplo de mármol. Si
eran móviles, permitían montar un triclinio según conveniencia,
como muestran numerosos ejemplos de las fuentes escritas, por ejemplo
Varrón: "cuando se ha amueblado un triclinio, si han
colocado un lecho desigual a los otros dos
(...)" (L.L. 9,9), o en este pasaje de Petronio: "nos
llevaron a una sala vecina en la que había tres divanes preparados
junto a una mesa espléndidamente servida"
(Sat. XXI, 5). Los primeros lechos romanos seguramente serían
de madera y, obviamente, no queda rastro de ninguno. Posteriormente
se harían de otros materiales más lujosos, como el bronce: "G.
Manlio, un vez vencida el Asia, había llevado en su triunfo, que
celebró en el año 567 de la ciudad (año
187 aC),
triclinios de bronce y mesas"
(Plinio, NH
34, 14), o los del emperador
Heliogábalo, que parece que eran "de
plata maciza"
(Lampr.
Historia Augusta. Heliog. XXXI).
Si eran
de obra simplemente determinaban un espacio fijo de la casa destinado
a comedor. La gran ventaja es que muchos de estos se han conservado.
En cualquier caso, sobre los lechos se colocaban colchones, cojines y
colchas con el fin de hacerlos mullidos, cómodos y bonitos. De esta
forma, se podía estar recostado sobre el brazo izquierdo y tomar los
alimentos con la mano derecha, alimentos que ya venían troceados a
la mesa, para simplificar la tarea.
Casa del Criptoportico. Pompeya. |
Roma
codificó muy bien cómo debía ser una cena servida en un triclinio.
Vitruvio en sus Diez
libros de Arquitectura especifica el ideal de estos
comedores, tanto en sus medidas como en su orientación. Por lo que
respecta a las medidas "ideales", Vitruvio recomienda que
"la
longitud de los triclinios deberá ser el doble de su propia anchura"
(De Arch. VI, 3). La orientación de los triclinios estará
supeditada a la estación del año y al clima, de manera que "Los
triclinios de invierno (...) se orientarán hacia poniente, ya que es
preciso aprovechar bien la luz del atardecer".
Mientras que los triclinios de primavera y de otoño "se
orientarán hacia el este, pues, al estar expuestos directamente
hacia la luz del sol que inicia su periplo hacia occidente, se
consigue que mantengan una temperatura agradable,".
Y los triclinios de verano se orientarán "hacia
el norte (...), pues tal orientación no resulta tan calurosa como
las otras durante el solsticio (...); por ello, permanecen muy
frescas, lo que proporciona un agradable bienestar".
(De Arch. VI, 4)
Como
acabamos de ver, una casa de gente que tuviese pretensiones tenía
también varios triclinios: de verano, de invierno, al aire
libre... Ya que servían para marcar el rango social, los comedores
se decoraban según las posibilidades económicas del propietario, y
según su buen gusto, de manera que se pintaban las paredes, se
colocaban mosaicos en el suelo, se llenaba todo de telas, estatuas,
fuentes, flores, lámparas, perfumes, vajillas, músicos, esclavos
hermosos... Por cierto, si el comedor era de invierno, Vitruvio no
recomienda decorarlo demasiado con pinturas delicadas, "ya
que se echan a perder por el humo del fuego y por el hollín continuo
de las antorchas",
y recomienda simplemente "unos
rectángulos de negro sobre el zócalo, intercalando unos triángulos
de ocre, o bien de bermellón"
(De Arch. VII, 4,4).
frescos de la Villa de Livia. Museo Nacional Romano. |
El
número de personas que debían participar en un convite también
estaba establecido. La norma era que el número de comensales no
fuera menor que el número
de las Gracias
(tres) ni mayor que el
número de las Musas
(nueve) (Aulio
Gelio 13, XI, 1-3
y Macrobio Sat. I, 7). Cuando se trata de una "cena
recta"
se entiende que son nueve
personas, como la que menciona Marcial: "He
aquí, Clásico, que Mélior te invita a una cena de etiqueta"
(II 69). Nueve comensales son también los presentes en la cena de
Nasidieno que nos relata Horacio: "El
primero era yo (1), y a mi lado Visco Turino (2), y Vario (3) debajo,
si no me falla la memoria. Mecenas (4) había llevado como
acompañantes a Vibidio (5) y Servilio Baladrón (6), que son su
sombra. Nomentano (7) estaba recostado antes que el anfitrión (8) y
Porcio (9), el último, era el encargado de hacernos reír y se
tragaba los pasteles enteros de un solo bocado"
(Horacio,
Sat. 2,8).
En
las cenas privadas, en cambio, se prefería menos gente. Julio
Capitolino recoge el dicho de "septem
convivium, novem vero convicium"
("Siete hacen un banquete, nueve montan un desastre")
(Lucius Verus, Historia Augusta, 5.1). Siete comensales son los que
menciona Marcial en una cena: "Estela,
Nepote, Canio, Cerial, Flaco, ¿venís? Mi sigma tiene siete plazas;
somos seis, añade a Lupo"
(X, 48, 5-6). Ausonio establece en seis el límite antes de que la
cena se convierta en tumulto: "He
invitado a cinco; en efecto, el banquete justo son seis, contando al
anfitrión; si son más, se convierte en alboroto"
(Ausonio II, 5, 1-6). Y es que hasta el maestro griego de la
gastronomía, Arquestrato, aconsejaba un máximo de cinco comensales
para no transformar el triclinio en un sarao (Ateneo, Deipn. I,4e).
Triclinio reconstruido |
De
hecho, la norma estaba justo para saltársela, como demuestran
numerosos ejemplos. Horacio comenta que "a
menudo puedes ver que cenan cuatro en cada uno de los tres divanes, y
que hay uno que disfruta poniendo verdes, y por todas partes, a todos
los otros"
(Sat. 1, 4, 86). Macrobio nos explica una cena, en este caso formal,
que tuvo lugar entre el 73 y el 69 aC para celebrar una consagración
como flamen de Marte, en la que hay "exceso" de personal:
"En
dos triclinios se recostaron los pontífices, Quinto Catulo (1),
Marco Emilio Lépido (2), Décimo Silano (3), Gayo César, (...) rey
de los sacrificios (4), Publio Escévola (5), Sexto (...) (6), Quinto
Cornelio (7), Publio Volumnio (8), Publio Albinovano (9) y Lucio
Julio César (10), el augur que lo consagró; en el tercer triclinio
Popilia (11), Perpenia (12), Licinia (13) y Arruncia (14), vírgenes
vestales y la esposa de este, la flamínica Publicia (15) y Sempronia
(16), su suegra"
(Macr. Satur. 2,9). Es decir, en dos triclinios diez hombres y en el
otro seis mujeres.
En
ocasiones los convites eran multitudinarios, fruto de las
obligaciones y el prestigio que requería el patronazgo. Leemos en
Marcial una queja: "Aunque
tiene casi trescientas mesas, en lugar de mesas tiene sirvientes.
Pasan de largo corriendo los platos y vuelan las fuentes. Guardaos
para vosotros estos convites, ricachones"
(VII, 48)
Pero
los romanos se tomaban en serio el convencionalismo de los banquetes,
aunque luego se lo saltaran, y promulgaron una serie de leges
cibariae
contra la gula y el desmadre. La primera de todas fue la ley
Orquia
el año 181 aC que fijaba el número máximo de asistentes a un
banquete privado en ocho personas y hasta obligaba a mantener las
puertas abiertas para que se viera que se cumplía la norma.
Obviamente no tuvo mucho éxito ni esa ley, ni otras que vendrían
después.
Por
otra parte, a partir del siglo III-IV la norma cambia y el número de
invitados en el stibadium
-que desde la época imperial había ido suplantando a los tres
divanes- es de doce
para un convite privado, de manera que así se puede satisfacer no
sólo "a
las Musas, sino también a las Gracias"
(Macr. Sat. I,7).
Triclinio al aire libre de la Casa del Efebo. Pompeya. |
Un
banquete es un espacio
de representación,
un escaparate de la jerarquía social. Además de invitar a las
personas adecuadas, o de conseguir que te inviten, de ofrecer platos
refinados y sorprendentes, de tener vajilla de plata o de contar con
una legión de esclavos, había que disponer de un
espacio adecuado para orquestar todo el banquete.
Así pues, es importante no solo el tamaño y el número de los
comedores, sino todo el aparato de lujo
y refinamientos
que éste ofreciese. Una buena idea era un
comedor al aire libre,
en un jardín o terraza junto a fuentes y estatuas, o con unas buenas
vistas. Plinio el Joven nos habla de su hacienda de Laurentino,
ejemplo de comedor de verano: "un
comedor muy bello que se prolonga hacia la playa y que, si alguna vez
el mar es empujado por el ábrego, queda bañado ligeramente por las
sucesivas batidas del oleaje. En todos los lados tiene puertas y
ventanas no más pequeñas que las puertas, y se orienta, así, por
los lados y por el frente como a tres mares distintos; por la espalda
da al patio interior, al pórtico, al patio pequeño, de nuevo al
pórtico, luego al atrio, los bosques y los montes lejanos" (Ep.
II, 17). Otra buena idea es echarle imaginación a la hora de traer
los platos a la mesa, que pueden llegar flotando
en el agua,
por ejemplo: "En
la cabecera del hipódromo está el stibadium de blanquísimo mármol,
cubierto por una pérgola que está sostenida por cuatro columnas de
mármol caristio. Debajo del stibadium el agua sale a chorros, casi
como expulsado por los que están sentados encima; el agua se recoge
en un canal y pasa a rellenar una pila de fino mármol, regulada de
modo invisible para que esté siempre llena y nunca se desborde. Las
viandas de mayor peso se apoyan en el borde de la pila, mientras que
las más ligeras se
llevan flotando
en barquitos"
(Plinio el Joven, Ep. ,6); o a través de una rueda
giratoria
manejada por un esclavo "que
la mueve de tal forma que todas las cosas, tanto de beber como de
comer, se ponen al mismo tiempo y se mueven hacia todos los
convidados"
(Varrón, Rust. III, 5, 9-17). El emplazamiento del comedor puede ser
la
misma naturaleza,
transformada en triclinio improvisado. Plinio el Viejo nos habla de
un árbol en Licia horadado por una cueva en cuyo interior el cónsul
Licinio Muciano "había
comido (...) con dieciocho personas, ofreciendo ampliamente el mismo
árbol lechos de follaje, al resguardo de todos los vientos,
disfrutando del sonido de la lluvia entre las hojas, y había estado
en él más contento que entre el brillo de los mármoles, la
variedad de las pinturas y el oro de los techos"
(NH XII,9). También es un buen golpe de efecto colocar el triclinio
en
una pinacoteca
o en
una despensa para guardar frutas
(o aporotheca,
que el autor considera más finolis):
"Algunos
incluso suelen disponer ahí un comedor para cenar. De hecho, si el
lujo le ha permitido a algunos que lo hagan en pinacotecas donde el
espectáculo se da por el arte, ¿por qué no van a usar lo que la
naturaleza da en ordenada belleza de frutos?"
(Varrón, Rust. I, 59, 2).
frescos del triclinio de la Casa de los Castos Amantes. Pompeya |
Para
quedar bien, hay que impresionar a los invitados con varios golpes de
efecto. Por ejemplo, utilizando mecanismos en los techos para
proporcionar perfumes:
"De
improviso, (el techo) se abrió, desapareciendo la cúpula, y
descendieron hasta nosotros coronas de oro y vasos de alabastro,
llenos de perfumes”
(Petronio Sat. LX); o flores,
como hacía Heliogábalo: “Hacía
llover sobre sus convidados por medio de tablillas móviles en el
techo tal cantidad de violetas y de flores, que algunos murieron
ahogados por no poder desembarazarse de ellas”
(Lampr. Historia Augusta. Heliog. XXXI); o ambas cosas, como en el
caso del famoso comedor de la Domus Áurea de Nerón: “El
techo de los comedores estaba formado por tablillas de marfil
movibles, por algunas aberturas de los cuales brotaban flores y
perfumes".
Y además, una de estas salas "era
circular, y giraba noche y día, imitando el movimiento de rotación
del mundo”.
(Suet. Nerón, 31). Ahí es nada.
Bien,
sobre la disposición de los invitados en el triclinio y sobre cómo
comportarse en él hablaré en la siguiente entrada. Buen provecho!
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